CAPÍTULO 12
- No me puedo
creer que hayas hecho eso – dije algo enfadada.
- Lilianne por favor
– me dijo Adriana a través del móvil –, no te pongas así. Es solo una cena.
- Para ti es
solo una cena – mi tono sonaba un poco histérico –, para mí es el infierno.
- Solo por esta
vez Lili – me rogó y yo agaché la cabeza – y te prometo que no lo haré más.
Me quedé en silencio. No podía hacerlo, no lo
resistiría y eso era algo que ni Adriana ni muchas personas lograban entender.
Me costaba incluso compartir la misma casa que mi madre, por algo me había
mudado después de nuestra última discusión, así que estar en el mismo cuarto,
en la misma mesa y comiendo la misma comida que ella, no lo soportaría. Sin
embargo, a mi querida hermana mayor lo único que se le ocurre es organizar una
cena familiar esa misma noche para “recordar viejos tiempos” decía, y yo no podía
hacer más que reírme por no llorar.
- Adriana, ¿por
qué me haces esto? – susurré.
- Lili, ¿has
dicho algo? – me preguntó ella.
Lo había susurrado tan bajo que no lo había
escuchado.
- No nada –
mentí –. Está bien Adri lo haré, pero te lo advierto, no esperes una feliz cena
en familia.
Silencio.
- Gracias Lili –
me contestó –. Eres la mejor.
- Lo sé – me
reí.
Colgué, y en cuanto lo hice la sonrisa se borró de mi cara. No estaba
feliz, ni siquiera un poquito, y me dediqué a mirar por la ventana del coche
otra vez. Ver las casas, las personas, los árboles incluso otros coches, pasar
tan rápido justo delante de mí me hacía desear que mi vida pasara así de
rápido, que las risas, los cumpleaños, las fiestas, los bailes, el dolor...que
todo eso pasara fugazmente, sin dudar. Pero en realidad nada pasaba rápido, y
los que yo veía que se alejaban con tanta ligereza, a su vez me captaban a mí y
al coche que me transportaba como unos borrones en la distancia. Irónico, ¿no?
- Así que esta
noche tendremos una gran cena - dijo Nathan desde el asiento del conductor.
Le miré con el ceño fruncido, ¿es que no veía lo
mucho que me molestaba aquello? ¿O es que esa situación le había proporcionado
algo con lo que conseguir torturarme? Sí, seguramente sería lo último, y por
eso volví a mirar fuera e ignoré su comentario.
- Venga Lili, no
te pongas así - dijo -. Solo quería animarte.
- Pues hablando
de lo de esta noche no lo vas a conseguir - le espeté.
- Pues hablando
de ello lo llevarás mejor esta noche - me dijo -. Así estarás más mentalizada y
podrás hacerlo más llevadero.
Le miré sorprendida, y es que él tenía razón, pero
lo que me sorprendió más fue que su rostro se mostraba serio y comprensivo a la
vez. Podía ver claramente que Nathan de verdad quería ayudarme y consolarme
para que esta noche no me afectara tanto. Pocas veces había visto aquella
expresión dirigida a mí, aunque recibirla de mi padre no contaba, y algo
parecido a la alegría me abordó durante unos segundos. Entonces Nathan me miró
también, creo que porque me había mantenido demasiado tiempo en silencio, y
sentí cómo mis mejillas se calentaban.
- ¿Pasa algo?-
me preguntó.
Inmediatamente volví a mirar por la ventana y
traté mentalmente de enfriar mi cara.
- No nada -
contesté tratando de que sonara convincente.
- Ya claro -
dijo sin creerme, y supe que estaba sonriendo -. Vale, ya hemos llegado.
Enfoqué mejor mi vista hacia el exterior y vi el
bar que habíamos descubierto que el hermano de Grace solía frecuentar. Decidida
me quité el cinturón de seguridad y salí fuera. Hacía calor y el abrasador sol
iluminaba y daba brillo a la decena de motos que estaban aparcadas en la
entrada del pub. Había un par de Harleys, unas Yamaha y las demás eran Ducatis,
mis favoritas. Desde dentro del garito se escuchaba mucho ruido, risas y golpes
secos que me daban a entender que los motoristas estaban echando pulsos para
ganar dinero fácil.
- Espero que él
no esté rodeado por un grupo de mototristas – suspiró Nathan mientras se
colocaba a mi lado.
- Tranquilo -
dije dándole un débil codazo en el brazo y guiñándole un ojo -, yo te
protegeré.
Eso le hizo reír. Nos encaminamos hacia la puerta
del bar y entré, seguida de cerca por mi compañero vampiro. Una tenue capa de
humo abarcaba toda la estancia pero aun así fui capaz de ver lo que nos rodeaba
con claridad. La única persona que no vestía chaqueta de cuero allí dentro era
el barman y, quizás, también dueño del local. Éste y muchos más nos miraron con
desdén en cuanto cruzamos la puerta lo que evidenciaba que los intrusos no
éramos muy bien bienvenidos allí.
Me da a mí que los únicos que no nos observaban
eran los que echaban el pulso en un rincón.
Nathan me dio dos pequeños toques en la espalda y
al mirarle me hizo un gesto en dirección a la barra. En ella, al final del
todo, se encontraba Jonas, mirando cabizbajo y con expresión no muy feliz la
jarra de cerveza que tenía entre las manos. En ese momento me dio absolutamente
igual que me miraran con desprecio y desinterés, y es que no había ido hasta
aquel lugar para verles a ellos después de todo. Nathan y yo caminamos hasta
donde el hermano de Grace estaba sentado y le toqué la espalda para llamar su
atención. Al vernos primero se sorprendió, pero luego nos dedicó una desanimada
sonrisa.
- Hola agentes -
dijo -. ¿Les apetece tomar algo?
- No gracias -
contestó Nathan -. Pero si nos gustaría hablar contigo.
- Espera, espera
- dijo de repente el tipo que estaba sentado al lado de Jonas -, ¿sois polis?
No vais a tocar a este chico, ¿queda claro?
- ¿Estoy
detenido? - preguntó Jonas ajeno a lo que el otro estaba diciendo.
- Oíd chicos -
continuó el tipo en un tono más alto -, estos dos han venido a llevarse a
Jonas.
Fue entonces cuando todos, incluidos los del
pulso, se pusieron a mirarnos con expresiones molestas y enfadadas.
- No Jonas, no
estás detenido - le dije con voz seria -. Pero tu amigo sí que lo va a estar
como no cierre el pico.
- Oye muñeca -
dijo el motorista ofendido -, no te creas que te tengo miedo a ti o a la ley,
¿entiendes? Tú y tu compañero estáis ahora en mi terreno así que no me enfades,
¿me escuchas?
Ese tío tenía la extraña costumbre de terminar
todas sus frases con una pregunta.
- Lo único que
tus palabras me provocan son cosquillas, ¿entiendes? - le miré -. Tus amenazas
me hacen reír y eso que hoy no estoy de humor, ¿me escuchas? No hemos venido
aquí para detener a nadie así que volved cada uno a lo vuestro y todo acabará
bien, ¿queda claro?
Muchos, incluido el barman, rieron por mi énfasis
burlesco en las mismas preguntas que aquel motorista había dicho anteriormente
y, haciendo caso de mis palabras, todos volvieron a lo que estaban haciendo.
- Muy bien Jonas
- dije volviendo a mirarle -, ¿quieres que hablemos aquí o en otro sitio?
- Es sobre mi
hermana, ¿cierto? - yo asentí -. Entonces prefiero ir a un lugar menos
alborotado.
Los tres salimos fuera del bar y buscamos una zona
donde sentarnos en la que además hubiese sombra. No es que hubiera tampoco
mucho espacio donde elegir ya que el sol lo alumbraba casi todo. Por ello no
tuvimos más remedio que ir a una cafetería a un par de calles de allí que en
aquel momento no estaba muy llena y nos aportaría algo de tranquilidad.
- De acuerdo -
empezó Nathan -, ahora que ya estamos en un sitio más calmado mi compañera y yo
necesitamos que nos aclares unas cosas.
- No sé qué
puedo hacer yo si ayer ya me preguntaron lo que quisieron - dijo él mientras se
recostaba en su asiento- pero haré lo que pueda.
Sus ojos estaban entrecerrados y tenía la mirada
cansada, casi ausente, por lo que seguramente ya se habría tomado un par de
cervezas antes de nosotros encontrarle.
- Jonas, tanto
mi compañera y yo estamos muy confusos por algo que vimos ayer - dijo Nathan-,
tú tenías una actitud un tanto extraña.
- No entiendo a
qué se refieren - contestó Jonas, y noté como su nerviosismo aumentaba -,
quizás estaba afectado por lo de mi hermana.
- ¿Quizás? -
continuó el vampiro-. Tienes una forma muy curiosa de mostrar tu dolor.
Observé como la garganta de Jonas subía y bajaba
mientras él tragaba saliva. Su nivel de incomodidad había crecido hasta el
punto de que se veía una pequeña gota de sudor avanzando por su mejilla y entrecerré los ojos para someterle a más presión. Necesitaba que nos contara lo que
sabía y lo conseguiría de un modo u otro.
Mirarle así era la forma menos violenta con la que
podía sonsacarle la información.
- ¿Sabes? - dije
yo -. Creo que ocultas algo y mi compañero y yo averiguaremos qué es tarde o
temprano. Nos ahorrarías tiempo si nos lo contaras ahora.
Jonas me miró y apretó la mandíbula. Unos segundos
después se incorporó, se inclinó hacia delante y puso las manos juntas encima
de la mesa. Abrió la boca para decir algo pero rápidamente la cerró y echó un
vistazo a nuestro alrededor, en todas direcciones.
- Sé que no lo
podrán entender - dijo en un susurro casi inaudible -, pero no puedo decir
nada.
- ¿Por qué no? -
preguntó Nathan.
- Si lo hago,
ellos vendrán a por mí - contestó -. Me matarán como hicieron con Grace.
- Y solo por eso
piensas dejar la muerte de tu hermana sin resolver - protesté-. Eso es muy
cobarde.
Él apretó los puños y volvió a recostarse en la
silla.
- De acuerdo -
dijo -, pero prometedme que no le pasará nada a mi madre. Me da igual lo que
pase conmigo pero si le hacen algo a ella por mi culpa, será peor que morirme.
Miré
a Nathan y vi como sacaba su móvil. Después de marcar el número al que quería
llamar puso el altavoz y colocó el aparato en medio de la mesa. Se oyeron dos
toques antes de que alguien contestara.
- Comisaría del
condado, soy el agente Marshall ¿qué pasa?
- Agente
Marshall somos Nathan Maddox y Lilianne Birdwhistle - dijo sin dejar mirar el
teléfono-. Necesitamos que ponga bajo protección a la madre de Grace Nichols.
- Muy bien -
contestó Marshall -, mandaré a dos agentes enseguida.
- Y también a su
hermano - dije -, Jonas Nichols, no podemos correr riesgos.
Jonas me miró sorprendido y Nathan se tapó un poco
la boca para ocultar una sonrisa.
- Está bien -
dijo Marshall -, lo arreglaré todo ahora mismo - y colgó.
En cuanto lo hizo Nathan y yo volvimos a mirar a
Jonas que, tras ver que comprobó con aquello que íbamos completamente en serio.
- Hace unos
meses un tipo del club nocturno donde trabaja mi madre los fines de semana
empezó a acosarla, a mi madre me refiero - dijo él -, y Grace... ¡oh dios
Grace! Le dije que no se metiera que yo trataría de arreglarlo, pero ella era
tan testaruda. Lo que ella no sabía era que ese hombre era y es parte de un
grupo de personas con las que no conviene meterse.
- ¿Por qué no? -
preguntó Nathan.
- Porque son
fuertes y poderosos - contestó -. A los ojos de los demás pueden parecer
personas normales con más dinero que otros pero eso no es todo.
Nathan y yo nos miramos y supe que estábamos
pensando lo mismo. Jonas estaba hablando de vampiros, los únicos seres sobrenaturales
a los que les importaba ser poderosos tanto en el mundo humano como en el
sobrenatural.
- ¿Y entonces
qué son? - dijo Nathan mirándole.
- No me
creerían, pensarán que estoy loco.
- Prueba a ver -
le dije.
Él se quedó en silencio y me miró. ¿Por qué
siempre hacía eso cuando yo le preguntaba? ¿Por qué respondía a las preguntas
de Nathan rápidamente y a mí me miraba y se mantenía en silencio antes de
contestar?
- Ellos - volvió
a tragar saliva -, ellos son vampiros.
¡Din din din! ¡Bingo! Una musiquita de victoria
sonó en mi cabeza y sonreí.
- ¿Ves? Ambos os
reís de mí, creen que estoy loco.
Miré a Nathan sorprendida. ¿Él también se había
reído?
- No nos reímos
de ti - dijo Nathan en tono serio -. ¿Quieres que te cuente una cosa? Así te
demostraré que no pensamos que estés loco.
Jonas nos miró a los dos dudoso, y luego asintió.
- Lilianne es
policía de asuntos sobrenaturales, trata con hombres lobo, demonios, hadas,
elfos y toda clase de seres que te puedas imaginar - empezó a decir -. Ha
eliminado a muchos de ellos porque suponían un peligro para los humanos. Y en
cuanto a mí...- Nathan me miró y se mordió el labio -...yo soy un vampiro.
Jonas nos volvió a mirar, pero esta vez con los
ojos abiertos como platos.
- ¿De verdad? -
ambos asentimos -. ¿Y has matado vampiros?
Yo sonreí y asentí otra vez.
- Ahora Jonas -
dije -, necesitamos un nombre.
Él nos ojeó un poco más y luego soltó aire y se
inclinó sobre la mesa para acercarse a nosotros.
- Adam Wayland -
dijo -. Ese es el que acosaba a mi madre, pero no sé nada más. Grace no me dejó
indagar.
- Muy bien -
dijo Nathan y nos levantamos -. Gracias, le pondremos al corriente de lo que
pase.
Los dos salimos de la cafetería y dejamos allí a
Jonas, que ni siquiera trató de levantarse para irse. Regresamos al frente del
bar donde estaba mi coche y donde nos acechaban varios motoristas desde la
puerta. Entre ellos estaba aquel tipo con el que había tenido que lidiar para
que no armara alboroto y que me observaba solo a mí. Abrí la puerta del
copiloto pero antes de entrar me giré y vi al tipo aquel.
- Ha sido un
placer - le dije y sonreí.
Entonces me metí en el coche y Nathan nos sacó de
allí.
- Marshall,
somos nosotros otra vez - me sorprendí al escuchar la voz de Nathan ya que ni
siquiera le había visto sacar el móvil -. Buscad toda la información posible
sobre Adam Wayland y sobre cualquier cosa relacionada con él- y colgó.
Me quedé mirándole mientras guardaba el teléfono y
seguía conduciendo. Que yo supiera Nathan no era más que el dueño de una
discoteca y sin embargo ejercía el papel de policía a la perfección, como si ya
hubiera hecho antes. Él tenía un pasado bastante largo por ser vampiro y
seguramente habría muchas cosas que yo no sabía ni averiguaría nunca, aunque si
me contaba que una vez fue poli, me sorprendería bastante. Al principio apenas
se percató de que yo le miraba pero poco después se dio cuenta y me miró de
reojo.
- ¿Pasa algo? -
preguntó pero yo no contesté -. No es justo que tú me mires y que yo no pueda
hacerlo.
- Te recuerdo
que fuiste tú el que no me dejó conducir - dije volviendo a mirar al frente.
- En eso llevas
razón - dijo.
- Como en casi
todo lo que hablo contigo- susurré, a pesar de que sabía que me estaba
escuchando.
Él rió.
- Da igual, no
me importa que me mires- dijo -. Yo ya tendré ocasión de mirarte a ti.
- Confías mucho
en ti y en tus capacidades - dije.
- Si no lo
hiciera no habría llegado donde estoy ahora.
- ¿Y has llegado
lejos? - le miré.
- He llegado a
ti, ¿no? - contestó y yo no supe qué decir.
Así que dirigí mi mirada a través de la ventana y
me dediqué a observar lo de fuera. Para mi desgracia llegamos a la casa, donde
mi hermana organizaba aquella asquerosa cena en familia, excesivamente pronto y
mi humor se desplomó por el suelo. Nathan aparcó y los dos bajamos del coche.
Mientras esperaba a que él rodeara el vehículo y se pusiera mi lado, mi móvil
vibró en el bolsillo del vaquero que tenía puesto y lo saqué para contestar a
la llamada.
Era mi padre.
- Está usted
hablando con Lilianne Birdwhistle, ¿qué desea? - dije.
- Hola cariño -
dijo mi padre -, ¿qué tal va todo? ¿Habéis avanzado con el caso?
- En cuanto al
caso - dije y justo entonces Nathan llegó a donde estaba yo y empezamos a ir
hacia la casa a la vez que le tiraba las llaves para que abriese la puerta
principal -, pues estamos esperando a que nos den información sobre un tal Adam
Wayland, un vampiro que por lo visto estaba acosando a la señora Nichols en el
club nocturno. Según su hermano, Grace se metió en el asunto para que dejaran a
su madre en paz.
- Eso parece un
dato muy relevante - contestó mi padre -. Avisadme en cuanto tengáis algo
nuevo. ¿Qué tal todo por casa?
Me quedé en silencio un momento. En ese momento ya
estábamos dentro de la casa y al asomarme a la cocina vi como mi hermana
revoloteaba alegremente de un lado para otro bajo la atenta mirada de Ellen.
- Tu hija
Adriana ha organizado una cena familiar para esta noche - dije -. ¿Responde eso
a tu pregunta?
Al oír su nombre, mi hermana se giró hacia mí con
una sonrisa y se acercó.
- ¿Hablas con
papá? - me preguntó y yo asentí -. Hola papá, ¿qué tal va todo por Europa? Aquí
te echamos mucho de menos - me arrancó el móvil de las manos antes de decir
todo eso y supe que no lo volvería a ver hasta dentro de un rato.
- ¡Chicos! -
gritó Ellen para que los que estaban por la casa la escucharan -. ¡Papá está al
teléfono! ¡Venid a la cocina!
¿Así que Ellen ya llamaba "papá" a su
suegro?
Me quité de la puerta de la cocina para que los
demás no me arrollaran al entrar por ella y me fui a mi cuarto. Había perdido
de vista a Nathan y no sabía dónde se había metido, pero no tenía demasiados
ánimos en ese momento para buscarle tampoco. Cuando entré a mi habitación me
quedé mirándola un momento y pensé que estar encerrada allí todo el tiempo no
era lo más productivo que podía hacer. Por eso me quité la ropa que llevaba
puesta y la sustituí por un short deportivo y una camisa holgada con el logo de
Nike en medio.
Salir a correr me ayudaría a mantener mi
resistencia y a airearme un poco.
Cogí mi iPod lo conecté a los cascos y me lo
coloqué en el brazo con un brazalete. Fui hasta el baño, me lavé la cara y me
recogí el pelo en una cola de caballo para que no me molestara mientras corría.
Cuando comprobé que todo estaba en orden salí de la zona de invitados y fui a
la cocina que ya estaba más despejada de gente. Tan solo estaban allí Adriana,
Chad y Ellen.
Ni rastro de mi móvil.
- ¿Vas a correr?
- me preguntó Chad que estaba rondando a Ariadna y a la comida que ella
preparaba.
- Sí - contesté.
Abrí la nevera y tomé el bote de zumo.
- No te irás a
escaquear de la cena, ¿no?- dijo al mismo tiempo que me pasaba un vaso.
- Es una idea
muy tentadora, quizás la ponga en práctica - planteé, luciendo una picarona
sonrisa.
- Ni lo pienses
querida hermanita - dijo Adriana en un tono poco simpático - como se te ocurra
siquiera llegar tarde iré a buscarte personalmente, ¿entendido?
Le hice un gesto a lo militar diciendo "¡sí
señor!" sin articular palabra y luego sonreí mientras me llevaba el vaso
con zumo a la boca. En ese instante entraron a la cocina Dacota y Anabelle con
expresiones enfadadas, seguidas de lejos por Nathan.
- ¡Mamá, dile a
esta renacuaja que no puede quedarse con Nathan! - exclamó Dacota con notable
furia.
- ¡No, es mío! -
replicó Anabelle.
Su intento por sonar enfadada la hacía ver muy
tierna y entrañable.
- ¡A ver niñas
no forméis alboroto! - dijo Adriana adoptando su papel de madre -. Nathan no es
de ninguna de ustedes, ¿queda claro? Sois muy pequeñas para él y hasta para
tener novio. Esperad a tener dieciocho.
- ¿Y cuando
tenga dieciocho podré salir con él? - preguntó Dacota.
Yo miré a otro lado para que no me vieran reírme.
- No has
arreglado mucho las cosas que digamos - dijo Chad, haciendo eco de lo que yo
estaba pensando y riéndose conmigo.
- Ya os vale -
dijo nuestra hermana mirándonos enfadada -. Podríais intentar al menos ayudarme
y no reíros - nos tiró a ambos un paño de cocina y volvió a mirar a sus hijas
-. Venga chicas, vayamos al salón para que dejéis a Nathan tranquilo - y las
tres se fueron.
- Veo que estás
causando sensación en la casa, ¿no? - le dije a Nathan que estaba mirando como
sus admiradoras se alejaban.
- Has nombrado
la casa en general - dijo apoyándose contra la puerta -, ¿también te causo
sensación?
Me reí un poco mientras guardaba el zumo de nuevo
en la nevera y fregaba en vaso que acababa de usar.
- No causas tanta
querido - dije.
Pasé al lado de Nathan, le di dos palmaditas en el
hombro a modo de consuelo y me marché a correr.