CAPÍTULO
7
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La enfermera era una vampira esbelta de ojos
pardos, pelirroja de pelo liso. Tendría alrededor de los treinta y largos, pero
sus sonrosadas mejillas le daban un toque infantil, aunque seguramente lo que
más llamaba la atención de los chicos eran sus voluminosos senos.
Sin percatarse de mi presencia todavía, la
enfermera paso sus brazos alrededor del cuello de Kile y yo aproveché su
momento de distracción para liberarme del agarre de su mano. Este gesto hizo
que él volviera a recordar que yo estaba allí e intentó volver a sujetarme,
pero pasé al lado de ambos tortolitos, poniendo a la enfermera en medio de
nosotros dos.
- Espera, Dani- dijo Kile.
- ¿Y esta chica?- preguntó la enfermera mirándome-.
Cariño, hay algo que se llama ducha- añadió, y señaló mi ropa.
Me miré y vi que mis manos y mi ropa estaban
cubiertas de sangre, al igual que la daga que todavía sostenía.
- En fin- dije-, dejando a un lado mi aspecto,
necesito calmantes y pomada.
- ¿Y qué te ha pasado, señorita?- susurró una dulce
y masculina voz en mi oreja.
Me giré para ver a un guapísimo vampiro
vestido con una bata blanca. Tenía el pelo liso como el de la enfermera, pero
el de él era castaño al igual que sus ojos, ojos que me miraban fijamente.
- Digamos que acabo de matar en el comedor a una
vampira del clan este que nos amenaza- dije yo en un intento por resumirlo
todo.
- ¿Y por qué estás aquí?- preguntó-. ¿Acaso esa
sangre es tuya?- señaló mi atuendo.
- No- contesté-. Pero sí que me he pegado un
porrazo en la espalda contra una de las mesas- por la cara que puso, esto al
parecer no le pareció una lesión tan grave como para presentarme en la
enfermería, así que me vi obligada a dar más detalles-. Bueno, he salido
volando a gran velocidad y tras sobrepasar dos enormes mesas he impactado
fuertemente contra la tercera.
Le miré escéptica, cansada de dar
explicaciones y es que el dolor aumentaba por momentos.
- Entonces tengo que examinarte- dijo mientras
me rodeaba la cintura con un brazo y me llevaba hasta la camilla-, para
determinar la gravedad. Quítate la blusa y siéntate.
Sentía los ojos de Kile clavados en nosotros,
taladrándonos con la mirada, sobre todo cuando yo empecé a desabotonarme la
blusa. Una vez me la quité observé mejor la mancha de sangre, y supe que ya
aquella blusa no me serviría para nada.
- Siéntate- dijo el vampiro mientras rodeaba la
camilla para verme la espalda-. Vaya…
- ¿Qué?- pregunté.
- Tienes una gran parte de la espalda morada- dijo
y acarició la parte de mi cuello- y bajando por esta zona- continuó mientras
deslizabas sus dedos por debajo del sujetador- está algo inflamado.
Gemí cuando rozó la zona en la mitad de mi
espalda y Kile me miró fijamente. Su mirada era intensa e implacable,
haciéndome casi imposible apartar la mirada, pero esa atracción fue sustituida
por el dolor que sentí cuando el médico ejerció presión sobre la supuesta zona
inflamada.
- Lo que pensaba- dijo él mientras volvía a
rodear la camilla para ponerse enfrente de mí-. Tienes la espalda tensa por eso
tienes esa pequeña inflamación, pero por lo demás solo es el dolor del golpe,
no hay nada grave- miró a su alrededor y se dirigió a una enorme estantería
llena de cajones, de donde sacó pomada y calmantes.
- Esto es lo que te pedí yo desde un principio-
dije mientras cogía los medicamentos.
- Lo sé- se rio-. Como supongo que ahora te
bañarás para quitarte la sangre, en cuanto te seques ponte la pomada y tomate
un par de calmantes. Los calmantes aliviarán el dolor, así que puedes ir a las
clases normalmente, menos a los entrenamientos. Ya me encargaré de darle el
justificante al profesor.
Bajé de la camilla algo desanimada, y es que
perderme la única clase que me gustaba no era una buena noticia. Mientras tanto
Kile cogió mis medicamentos y me observó desde la puerta, esperando a que
terminara de ponerme la blusa de nuevo. Nada más terminar me acerqué a él y extendí la mano para coger las
medicinas, pero lo único que conseguí fue que me volviera a coger de la mano
como había hecho para venir a la enfermería, y rápidamente me llevó fuera.
Apenas fui capaz de oír el “cuídate’’ que me
dijo el médico cuando salimos.
Caminamos en silencio, el llevando la
delantera y guiándome por los pasillos, hacia mi cuarto. ¿Qué me pasaba?
Normalmente yo no era así. Jamás hubiese dejado que un chico me tomara de la
mano si no era mi pareja o un familiar y ahora mírame, caminando por los
pasillos tomada de la mano de un chico que había conocido la noche anterior.
¿Hay algo mal en mí? Pero tenía que reconocer que en el fondo, muy muy en el
fondo, por ahí en lo más profundo de lo más profundo de mi ser, me gustaba la
sensación que recorría mi cuerpo con el tacto de su piel. También era verdad
que la mayor parte del tiempo me resultaba molesto y pesado, pero al mismo
tiempo me sentía protegida con solo estar a su lado. ¿Qué demonios me pasa?
Esta no era yo, y en aquel momento solo tenía clara una cosa y es que…
…Kile rompía todos mis ideales.
Llegamos a la puerta de mi cuarto y nos
paramos justo enfrente de ella. Avancé, aferré mi mano al pomo y lo hice girar
para abrirla, separando así nuestras manos. Y en cuanto lo hice me sentí vacía,
como si hubiesen arrancado un trozo de mí y deseé volver a tomar su mano. Pero
no lo hice, y en cambio solo me giré hacia él me aferré con fuerza a la puerta.
- Mmmm…gracias- dije y comencé a cerrar
lentamente la puerta.
- Espera- dijo frenando la puerta con su mano-.
¿Puedo pasar?
Pero antes de poder responderle, él ya estaba dentro de mi habitación.
- ¡Oye! No te he dicho que sí- protesté.
- Ya- dijo y me miró intensamente-, pero te
morías de ganas de que entrara- tenía que responder, pero su mirada me lo
impedía.
Tragué saliva.
- No digas bobadas- dije apartando la mirada.
Zanjando el tema, cerré la puerta y me dirigí
al ropero para coger una muda de ropa. La sangre se había secado ya sobre mi
cuerpo, y me sentía desagradablemente pegajosa. Necesitaba una ducha urgente y
en cuanto cogí la ropa interior de la cómoda, corrí hacia el baño y cerré la
puerta. Dejé la ropa a un lado y por primera vez en todo el día, me miré en el
espejo.
Y por dios, que espanto.
A parte de mi demacrado aspecto debido a toda
la sangre que había en mi ropa, mi pelo tenía restos de sangre y parecía no
haber sido peinado en años. Por otro lado, tenía algunas magulladuras en las
piernas, los brazos y la cara, aunque tampoco nada importante. Encendí el agua
caliente de la ducha, me quité rápidamente toda la ropa y tiré a la basura toda
la que estaba manchada de sangre, es decir, que tiré todo menos los zapatos.
Entré en la ducha y sentí como el agua recorría todo mi cuerpo lentamente. Dejé
que el agua me hiciera un pequeño masaje en la espalda y me quedé totalmente
relajada. Me enjaboné el pelo dos veces y usé la espuma para limpiar los restos
de sangre más visibles en mi piel, y después de ponerme la crema en el pelo, me
enjaboné el cuerpo. En cuanto envolví mi pelo con la toalla pequeña, comencé a
secarme el cuerpo y luego me puse la ropa. Como ya no tenía uniforme, había
tenido que coger ropa normal para ponérmela y el conjunto que había elegido
consistía en un pantalón de chándal negro que tenía una costura que se ajustaba
al tobillo, una camisa blanca de deporte con tiras de nadadora y unas
deportivas azul marino.
Salí del baño y vi a Kile tumbado en mi cama,
con las piernas colgando hacia mí. Coloqué los tacones al lado del ropero y me
senté enfrente del tocador para secarme y peinarme el pelo. Una vez hecho esto
me giré hacia Kile y me puse frente a él, que tan solo se apoyó sobre sus codos
y me miró.
- Ya te puedes ir- dije poniendo las manos en mi
cintura.
- No tan deprisa- dijo. Se levantó velozmente,
me agarró por los hombros y me sentó en la cama de espaldas a él.
- ¿Qué haces?- pregunté mientras me giraba.
- Necesito que te quites la camisa.
- ¡¿Por qué?!- exclamé. Este chico estaba majara
si creía que me iba a quitar la camisa solo porque él me lo decía.
- Te tengo que poner la pomada- dijo mostrándome
el bote de crema.
Me mordí el labio mientras le miraba debido a
la frustración y, a regañadientes, me giré y me quité la camisa, dejándola
sobre la cama. Él apartó mi pelo hacia un lado y recorrió mi espalda hasta el
cierre de mi sujetador. Me tensé, y él paró, pero no movió sus manos del
cierre.
- Tengo que ponértela por todas partes- dijo, aunque
igualmente se quedó quieto.
Sabía que lo que estaba diciendo tenía sentido
porque sería molesto tener que estar sorteando el sujetador, pero igualmente me
resultaba algo incómodo. Sinceramente, era la primera vez que dejaba que un
chico me desnudara, a parte de mi padre cuando yo era un bebé, y es que lo de
tener novio no me había interesado nunca, por lo que nunca había ocurrido algo así. Y lo peor de todo es
que Kile no era un chico cualquiera, sino que era un vampiro de la realeza algo
molesto que me seguía por todos sitios y que era famoso entre todas las chicas.
Y sí, lo he dicho bien, de la realeza, y es que el chico era ni más ni menos el
hijo de una de las familias reales más poderosas del mundillo, pero eso no
venía a cuento ahora.
Porque Kile aún seguía esperando para poder
desabrocharme el sujetador.
Poco a poco me relajé y de pronto se oyó un
clic, dando a entender que el sujetador ya estaba suelto. Apartó sus manos de
mi espalda durante unos segundos y luego me sobresalté al sentir como algo frío
me tocaba.
- ¿Estás bien?- me preguntó, y supe que estaba
sonriendo.
- Sí- contesté-. Es solo que la pomada está
fría.
Él rio, y comenzó a expandir la crema
suavemente por toda mi espalda. Sorprendentemente, sus manos en mi piel se
sentían agradablemente bien y por un segundo pensé que quedarnos así no estaría
nada mal. Supuse que él sabía que me estaba gustando aquel pequeño masaje,
porque continuó pasando sus manos por mi espalda incluso después de que la
pomada hubiera desaparecido.
Otro clic se escuchó y nuevamente tenía el
sujetador abrochado. Lentamente y un poco a mi pesar, extendí la mano hacia mi
camisa para cogerla, pero Kile fue más rápido y la alcanzó primero. Me giré
hacia él sorprendida y aprovechó que estábamos frente a frente para tumbarse
sobre mí en la cama. Tenía mis manos sujetas por encima de mi cabeza, a
sabiendas de que si me las soltaba yo trataría de quitármelo de encima y por
eso no pude soltarme. Quería decir algo, pero nada salía de mi boca, y es que a
pesar de que una gran parte de mi ser quería que me dejara, existía una
pequeñísima parte que deseaba aquello y él lo supo nada más ver que yo no
reaccionaba. Dejó de sujetarme con las dos manos para pasar a sujetarme con
una, mientras que deslizaba la otra sobre mi piel desnuda sin apartar la vista
ni un segundo de mis ojos. Un agradable escalofrío me recorrió mientras su mano
rozaba mi piel y no pude evitar tragar saliva. Cuando su mano hubo llegado a mi
cintura él se aferró a ella y me acercó hacia su cuerpo, lo que hizo que
nuestros rostros se encontrasen a escasos milímetros de distancia. Nos miramos,
durante unos segundos que se hicieron eternos y en sus ojos pude ver el deseo
dibujado.
Y entonces me besó.