CAPÍTULO 18
Me
introduje en la biblioteca lo más silenciosamente que pude y quedé horrorizada
al ver a la bibliotecaria desangrada sobre el suelo con la garganta desgarrada
y los ojos abiertos de par en par. Acudí a cerrárselos y después comencé a
buscar a mis amigas. La inmensidad de la estancia y la cantidad de estanterías
me frustraba, pues daba la sensación de que jamás alcanzaría a las chicas.