CAPÍTULO 13
- Señorita, por favor.
Me crucé de brazos al tiempo
que negaba con la cabeza con expresión seria. La enfermera me miró con un toque
de frustración en sus ojos, pero supo contenerse, y suspirando salió de la
sala. Miré a mí alrededor con repugnancia, contemplando estanterías llenas de
bolsas de sangre clasificadas según el tipo, una camilla y jeringuillas. La
sala de donaciones era como un psiquiátrico, comprimido en una gran habitación y
una salita de espera con aperitivos.
Mis ojos terminaron su
recorrido en la puerta por la que la enfermera había salido y me planteé la
idea de irme. Si aquella mujer tardaba demasiado en regresar, no dudaría en
marcharme de aquel horripilante lugar, así que seguí esperando un poco. Escasos
minutos después, más bien segundos, mi paciencia se agotó y me levanté, caminé
hasta la puerta y salí.
La salita de espera estaba
vacía ya que todos los demás alumnos habían donado su parte de sangre hacía
unos días. Yo era la única que no había soltado ni una mísera gota de sangre y
ese era el embrollo en el que estaba metida en ese momento. Tenía que donar mi
sangre, pero me negaba rotundamente a hacerlo porque no me apetecía nada
convertirme en otra bolsa de comida andante de ese sitio.
- Daniela- me llamó
alguien y miré al frente.
Inconscientemente había
salido hasta el pasillo y a unos metros de distancia estaban la enfermera, la
directora, que era quien me había llamado, y Lance.
- Vamos a mi despacho-
fue lo único que la directora dijo, antes de darse media vuelta y marcharse.
La enfermera la siguió de
cerca, mientras que Lance esperó a que me acercara para ir caminando a mi lado.
La verdad es que Lance no era alguien que hablara mucho y cuando lo hacía
siempre era en su justa medida, pero de todos modos era una buena persona que
se preocupaba por la gente.
Estar a su lado era
reconfortante.
Llegamos al despacho y
entramos. Me extrañó no ver allí a Francis sobretodo porque, al recordar su
reacción de la última vez, que perdiera de vista sus armas era bastante raro.
Lance se apartó, quedándose en un lado de la estancia, la directora se sentó en
su silla y yo me senté en una de las que estaban delante de su escritorio. La
enfermera por su parte se quedó de pie y me miró horrorizada al ver que yo
estaba sentada, como si hacer aquello fuera una osadía.
La directora se aclaró la
garganta, dispuesta a comenzar a hablar, pero entonces la puerta del despacho
se abrió y al girarme vi entrar a Francis y a Bernard. Los dos contemplaron la
escena con notable curiosidad y al verme sonrieron.
- ¿Qué ha pasado ahora
directora?- preguntó Bernard, todavía mirándome.
- Marina estaba a punto
de darme los detalles- dijo la directora mirando a la mujer.
- Bueno- comenzó a
decir, dedicándome una mirada de reojo-, hace unos días que los alumnos hicieron
sus donaciones mensuales, tanto los de la academia Sullivan como los de la
Snake, salvo por la alumna aquí presente, Daniela, que no asistió. Hoy la mandé
a llamar a mi consulta y al venir, se negó a donar.
Tanto los dos directores como
Bernard me miraron.
- ¿Se puede saber por
qué no quieres donar?- me preguntó Francis, como si estuviese loca.
- Pues porque no- dije.
- Tus argumentos no me
convencen demasiado- dijo él.
- Tampoco lo he dicho
para convencer a nadie- dije con tono seguro-. Lo único que me gustaría que
supierais es que no pienso donar. Ni lo hice hace unos días ni lo voy a hacer
hoy y no lo haré nunca.
- Siempre tan testaruda-
susurró Bernard con una sonrisa y se marchó a sentarse en un sillón.
- Daniela- dijo la
directora-, el director Francis está arriesgando mucho al dejar que nos
quedemos aquí, lo mínimo que podemos hacer es compensarle.
- ¿Y que done mi sangre
lo compensará?- pregunté con un pequeño tono de burla y nadie contestó-.
Además, yo no tengo que compensar nada puesto que no estoy aquí por voluntad
propia. Estar en la academia Snake, estar en la academia Sullivan, eso no lo he
elegido yo- mi tono era tranquilo, dominante y seguro-. Así que no le debo nada
a nadie.
- Mientras estés aquí
deberás obedecer las normas- dijo Francis con un tono casi furioso.
- ¿Y si no qué?-
pregunté, una sonrisa en mi rostro-. ¿Me echará? Adelante, lo estoy deseando.
El rostro de Francis estaba
tenso y se podía palpar la rabia en él.
- Otra razón por la que
no donaré- dije, mirando a la directora de nuevo-, es que no pienso convertirme
en otra de las bolsas de comida andante para vampiros que hay en este sitio.
Pienso que con todos los alumnos humanos que hay, que yo no done no hará
desnutrirse a ningún chupasangre.
Todos estaban en silencio.
La enfermera me miraba con
desprecio y estupefacción al mismo tiempo. La directora por otra parte tenía
los labios fruncidos y la mirada cansada, y Francis mantenía la expresión de
antes, tensa y rabiosa. Le eché un ojo a Bernard y, como había imaginado,
mostraba una divertida sonrisa en su cara. A Lance no le podía ver la expresión
porque estaba entre las sombras del cuarto, así que volví a mirar al frente y,
como nadie hablaba, me decidí a seguir haciéndolo yo.
- Además- comencé-,
ahora que ha salido el tema, me gustaría decir abiertamente lo que pienso. Esto
de hacer estudiar juntos a humanos y vampiros me parece una iniciativa
excelente, pero no entiendo por qué lo llamáis convivencia.
- Pues- dijo la
directora-, porque humanos y vampiros conviven juntos, como compañeros y
amigos.
Yo me reí un poco.
- No sabía yo que usar a
mis compañeros como comida fuese convivencia- dije y ambos directores me
miraron sorprendidos.
- Creo que en eso- dijo
Bernard desde su sitio-, Daniela tiene razón.
Yo sonreí con satisfacción.
La directora miró a Francis, que lo único que hacía era mirar la mesa de forma
pensativa, y luego me miró a mí ya que su compañero no parecía tener muchas
ganas de participar en ese momento.
- No tienes que verlo de
ese modo- dijo ella-, es solo parte del compañerismo. Tan solo dan su sangre
para mostrarles que les tienen aprecio.
Aquella era la excusa más
estúpida que jamás había escuchado y no pude evitar soltar una carcajada.
- ¿Mostrar que les
tienen aprecio?- pregunté yo-. Con todo el respeto del mundo señora, pero esa
es la cosa más estúpida del mundo. Donando su sangre lo único que consiguen es
que se debiliten, perdiendo fuerza por cada gota que dan. Imagínese que el clan
que nos amenaza ataca justo en el momento en el que muchos de sus alumnos están
enseñando a los vampiros el aprecio que les tienen- bufé, dejando tiempo para
que aquella imagen se creara en la cabeza de todos los presentes-. Sería una
gran matanza, eso se lo puedo asegurar.
Todo se quedó en silencio, de
nuevo.
Había conseguido mi objetivo
de que se imaginaran lo que podía pasar, pero en ese momento yo era la más
sorprendida. ¿De verdad nunca habían pensado en aquello?
- Bueno- dije,
levantándome de la silla-, me marcho y, como ya he dicho, no voy a donar.
Me di la vuelta, avancé hasta
la puerta y salí. Sentí pasos detrás de mí y, no sabía muy bien por qué, pero
intuía que era Bernard.
- Oye tú, granuja- dijo
él, llamándome.
Me paré, con una pequeña sonrisa
por cómo me había llamado, y me giré para mirarle. Él seguía caminando para
acercarse a mí, seguido de cerca por Lance, y cuando me alcanzó continuamos
caminando.
- ¿Qué opinas?- me
preguntó y yo le miré para que especificara más-. Sobre la situación actual,
¿qué opinas?
- Si te soy sincera-
dije-, si nos atacan mañana, no podremos hacer nada. Muy pocos sobrevivirán.
- Al menos nosotros
seremos de esos pocos- dijo.
Yo le miré estupefacta.
¿Podía haber alguien tan frío en el mundo? Había dicho aquello como si fuese la
cosa más buena del mundo, como si los que pudieran morir no importasen nada.
- Pero eso no es lo que
quiero- dije, repentinamente enfadada.
- ¿No?- dijo-. Dani,
apenas conoces a un pequeño grupo de todos esos alumnos, ¿y me dices que ya te
importan? Sabía que tenías buen corazón muchacha, pero no que tenías tanto.
- No sé si sentirme
ofendida o alagada- dije-. Y sí, me importan, porque todo lo que está pasando
no es culpa de ellos y sin embargo, en un momento u otro, podrían estar todos
muertos. Me gustaría poder ayudarles.
- ¿Y crees que tú sola
podrás protegerles?- preguntó.
- No soy tan buena,
viejo- dije-. Aunque quisiera, no podría
protegerles yo sola, sobretodo porque llevo mucho tiempo sin entrenar.
- ¿Quieres que te
entrene?- preguntó.
- Pero si ya lo haces-
dije-, entreno como todos lo demás, ¿recuerdas?
- Lo sé- dijo-. Me
refiero a que si quieres que te entrene también en solitario.
- ¿Cómo clases
particulares?- le pregunté y él asintió-. De acuerdo- dije.
Sin siquiera darme tiempo a
reaccionar, me sujetó de la muñeca y me condujo por los pasillos hasta llegar a
la puerta del gimnasio. Le miré extrañada y fui consciente entonces de que
había tenido pensado aquello desde un principio. De verdad que Bernard
conseguía siempre lo que quería, lo que me hacía preguntarme si algún día me
convencería de unirme a él.
Una vez estuvimos dentro me
soltó y el continuó caminando, mientras que yo me quedé petrificada. Allí,
delante de mis narices, había armas de todo tipo repartidas por toda la
estancia, formando un enorme rectángulo. Por fuera del rectángulo se
encontraban parte de los miembros del clan de Bernard, pareciendo un conjunto
militar en formación.
Observé como Bernard se
colocaba en el centro del rectángulo y se me quedaba mirando. Cuando vio que
tenía captada mi atención, con un gesto de cabeza me señaló un lugar en la
grada y yo miré. Se trataba del conjunto de entrenamiento que él había elegido
específicamente para mí y durante un instante dudé entre si salir corriendo o
no de allí.
Pero no lo hice.
Bernard me estaba ofreciendo
lo que yo inconscientemente le había pedido minutos atrás, ¿y estaba pensando
en salir corriendo? Eso solo daría a
entender que yo era una cobarde y ese no era el caso. No quería ni podía ser
una cobarde, porque de ello podría depender la vida de los demás, la vida de
mis amigos. Lo haría por Betty y por Jul, por Sic y por Abril, lo haría por mis
amigos y por los amigos de mis amigos.
Les protegería.