CAPÍTULO 12
Yo la miré, buscando algo en ella que me
indicara lo que fuese que le resultara incómodo, pero no había nada fuera de lo
normal.
- ¿El qué?- pregunté.
- Ellos- susurró mientras echaba una mirada por
encima de su hombro a los dos vampiros del clan de Bernard que nos seguían.
Yo sonreí.
- Ni siquiera sé por qué me siguen- continuó
mirando al frente-. Bueno, sé que son algo así como mis guardaespaldas, pero lo
que no logro entender es por qué me siguen a mí y no a otros alumnos- soltó un
fuerte resoplido.
Al contrario que ella, yo sí lo sabía.
Ese era el trato que Bernard y yo habíamos
pactado. Él quería mantener, de un modo u otro, el asunto de unirme a su clan
en vereda, y había aprovechado la situación para mantenerme atada a él, para
que no lograse librarme de aceptar su proposición. Yo quería mantener sanas y
salvas a mis amigas y, a pesar de que mi relación con Abril ni se acercaba a la
que tenía con Jul y Betty, me caía bien y sabía que nuestra falta de relación
era en culpa por la suya con Logan. Así que ese era el trato: yo prometía
unirme a su clan en el momento que yo eligiese y él las protegería de cualquier
peligro. Había asignado en total a seis de sus vampiros para la protección de
las chicas, dos por cada una de ellas, y ahora las seguían a todas partes.
Podría haber pedido protección para Sic y
Kile, pero sabía que el primero podía defenderse solo, y que para el segundo
Bernard no prestaría sus servicios. Por algún motivo, no confiaba en él.
- No solo te siguen a ti- dije-. Betty y Abril
también los tienen encima.
- Sí, lo sé- exclamó-. Y la pobre Betty está que
se tira de los pelos por la vergüenza, en parte porque los dos vampiros la
vigilan todo el tiempo, y en parte porque todos los demás la miran por tener a
esos dos detrás.
- Ya se adaptará- me reí.
- Además, se supone que ese Bernard ha venido a
protegerte a ti en primer lugar- dijo-. ¿Por qué no te ha puesto
guardaespaldas?- me encogí de hombros, haciéndome como la que no sabía nada,
aunque en realidad era todo lo contrario.
Seguimos avanzando por el pasillo, en
dirección al gimnasio.
Al parecer Bernard y los suyos habían
observado la mala calidad de los entrenamientos y habían pedido permiso para
entrenarnos. Ambos directores, por supuesto, no habían puesto objeciones ante
dicha petición, ya que si se aseguraban de que los alumnos podían defenderse a
sí mismos y a los compañeros que no tenían conocimientos para luchar, habría
más supervivientes a la hora de la verdad. Dado que ambas academias impartían
sus clases en horarios distintos, se habían cogido dos horas entre las clases
de la academia Sullivan y la academia Snake, para entrenar y, por lo tanto, los
estudiantes de las dos academias entrenaríamos juntos.
Lo bueno era que no todos los estudiantes
entrenarían, ya que en las dos instituciones, más de la mitad de los
estudiantes no entrenaban, sobre todo las chicas, lo que quería decir que tan
solo un número reducido, en comparación a los que sumábamos en total, entrenaríamos.
Jul y Betty eran del grupo de las que no entrenaban, pero como se permitía a
los demás observar el entrenamiento, ellas habían decidido ir y mirarnos.
Desde el punto donde estábamos, ya podíamos
divisar la puerta del gimnasio a lo lejos, y vimos a Betty esperándonos allí,
junto con sus dos guardaespaldas. Su cara se llenó de alivio al vernos y avanzó
con alegría hacia nosotras. En cuanto nos alcanzó se aferró al brazo de Jul y
se hundió en ella, como si estuviera en el fin del mundo y lo único que podía
salvarla era realizar ese gesto. Se notaba que la pobre lo estaba pasando mal
por culpa de los guardaespaldas, ya que lo que a ella le gustaba era pasar
desapercibida y ahora todo lo que tenía era atención. Miré en la dirección en
la que ella había venido, y vi como los dos vampiros observaban a Betty con sumo
detalle. Me sorprendía lo mucho que se esforzaban en protegerlas a pesar de que
no las conocían de nada, pero se pasaban un poco a la hora de vigilarlas.
- Hola- dije.
Betty levantó la vista hacia mí y esbozó una
pequeña sonrisa.
- Será mejor que sigamos- dijo Jul, viendo que
nos habíamos quedado paradas en mitad del pasillo.
Las tres hicimos caso y continuamos nuestro
camino. Cuando alcanzamos a los guardaespaldas de Betty, ambos desviaron su
mirada de ella hacia mí y asintieron, algo que me resultaba tan raro como
espeluznante. Era un indicio de que ya me consideraban una de los suyos y por
ello, me respetaban como una hermana.
Eso me daba escalofríos.
Luego de eso los dos volvieron a mirar a Betty
y todo volvió a ser como antes. Entramos en el gimnasio y nos encontramos con
un espacio lleno de adolescentes excitados y emocionados. El sitio era grande,
muy grande, y aun así resultaba pequeño con toda la gente que había dentro. En
una pared del fondo se encontraban un grupito de estanterías con los típicos instrumentos
de gimnasio en ellas y en frente de ellas, al otro lado de la sala, unas gradas
ocupaban toda la pared. Al lado de ellas había dos puertas con muñequitos de
color blanco, uno con falda para indicar que era el vestuario de mujeres.
- Sí que va a entrenar mucha gente- susurró Jul
a mi lado.
- Ni la mitad de los que están aquí van a
entrenar, te lo aseguro- dijo Sic colocándose frente a nosotras con una
encantadora sonrisa.
Llevaba puestos unos pantalones de chándal
grises y una camisa azul, así que supuse que él iba a entrenar. Tenía los
brazos cruzados en el pecho, mostrándonos su lado más masculino y varonil. Miré
a Jul de reojo y apreté los labios para contener la risa cuando vi que se
estaba derritiendo por el chico que teníamos delante.
- Entonces tendremos espectadores- afirmé.
Observé por detrás del hombro de Sic, hacia el
montón de gente que se apelotonaba allí, y encontré a Bernard mirándome. En
cuanto vio que mi atención estaba en él, alzó una mano y movió el dedo índice
hacia delante y hacia detrás, llamándome. Suspiré y miré a los demás.
- Bueno- dije-, me marcho. Alguien está
solicitando mi presencia.
Betty y Jul me sonrieron y con eso, emprendí
el caminó hacia Bernard, que estaba situado en el centro de la sala. Avancé
entre la gente, dando un pequeño empujoncito a todo aquel que no hacía nada por
hacerse a un lado, y siempre bajo la atenta mirada de Bernard. Cuando estuve
delante de él, pude ver que en sus manos sostenía unas prendas de ropa negras,
que a simple vista se ajustaban a mi talla.
Temí lo peor.
- Toma- dijo, alargando sus brazos para
alcanzarme la ropa.
- ¿Qué?- dije yo, haciéndome la tonta. Él solo
se acercó a mí y apretó la ropa contra mi pecho, obligándome a cogerla.
- Póntelo y vuelve aquí- se dio la vuelta y
empezó a hablar con un par de vampiros, dando por terminada nuestra
conversación.
Muy a mi pesar, caminé hasta
el vestuario mientras observaba la ropa doblada en mis manos, que no parecía
ser de mis favoritas, ya que enseñaban más de lo que a mí me gustaba. Entré al
vestuario, dejé la ropa negra en un banco de madera y comencé a quitarme la que
llevaba puesta. Primero la sudadera, negra la camiseta azul de tiras y luego el
leggin gris. Esto lo sustituí por un sujetador deportivo negro de tiras
cruzadas en la espalda y un short deportivo ajustado. Odiaba el conjunto, sobre
todo esa cremallera situada entre mis dos pechos con la que se cerraba el
sujetador. ¡Estaba en ropa interior! Y no pensaba salir a entrenar ante dos
academias en ropa interior, no señor.
Decidida, me puse la sudadera
de nuevo para poder tapar algo de piel y salí de allí con mi ropa en la mano.
Avancé hasta Bernard y le jalé del brazo, interrumpiendo su conversación con
los vampiros. Él observó mi aspecto, y vi decepción al comprobar que la
sudadera me tapaba, al menos, la parte de arriba.
- ¿Pero tú estás
majareta o qué?- pregunté.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué?- repetí-.
¿Se puede saber qué me has mandado a poner?
Traté de mantener mi
frustración a raya, ya que no quería llamar la atención de todos los demás.
- Es tu uniforme de
entrenamiento- dijo él-. Lo he escogido especialmente para ti.
Parecía tan orgulloso de su
hazaña que quise pegarle.
- Lo llevarás quieras o
no- dijo y, volviéndome a dejar con la palabra en la boca, se dio la vuelta y
empezó a hablar de nuevo con los vampiros.
Apreté la ropa que tenía en
las manos con tanta fuerza que mis nudillos se quedaron blancos y me obligué a
mí misma a relajarme. No podía desobedecerle porque de mi buen comportamiento
dependía la protección para mis amigas, pero era tan difícil. Deseaba
arrancarle la cabeza con mis propias manos por ser un manipulador compulsivo y
luego darle patadas a su cuerpo inmóvil durante horas por aprovecharse de la
situación.
En lugar de eso, dirigí mi
vista hacia las gradas, en busca de las chicas, y las vi sentadas en la parte
más baja, casi en el centro. Las dos miraban como Sic calentaba un poco y, al
contrario que Betty, Jul le miraba con mucha atención. Caminé hacia ellas con
paso firme, descargando mi ira en cada paso que daba, y muy pronto estuve a su
lado. Ambas me miraron, y luego a mis piernas desnudas, para después enarcar
una ceja hacia mí.
- ¿Y ese cambio de
vestuario?- preguntó Jul sorprendida.
- Si te sorprendes con
mis piernas, esperar a ver lo que tengo arriba- dije-. Bernard me ha obligado a
ponerme esto- rechisté, sentándome en el suelo enfrente de ellas con un grácil
movimiento.
- ¿Bernard?- preguntó
Jul. Mientras lo decía me sacó la ropa de las manos y empezó a doblarla-.
¿Ahora estás bajo sus órdenes?
- Más o menos- dije-. Es
complicado.
- Entiendo- murmuró-.
Cosas de clanes.
Yo asentí y entonces Betty,
sin venir a cuento, se levantó, me sacó la coleta que tenía hecha y empezó a
peinarme el pelo con sus dedos. Sentí como cogía un mechón y lo alisaba, para
luego ponerse a hacer algo con él. Yo mientras miré a Jul doblando mi ropa con
determinación, aunque sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia Sic. Yo no
le veía porque estaba fuera de mi campo de visión, pero supuse que le miraba a
él por los ojos abrillantados de ella cuando desviaba la vista. Betty ejerció
un pequeño tirón en el lado izquierdo de mi cabeza, después en el derecho y así
consecutivamente.
- Tú estás coladita por
él- susurré, para que solo nosotras tres lo pudiéramos oír.
Jul me miró con los ojos
abiertos como platos y, a pesar de que yo había hablado en un susurro, miró a
nuestro alrededor para comprobar que nadie me había escuchado. Una vez lo
confirmó, me miró espantada.
- ¿De qué estás
hablando?- preguntó.
- ¿No me dirás que no es
verdad?- dije, una sonrisa en mi rostro-. Estás coladita por Sic.
Jul se abalanzó sobre mí y me
tapó la boca con una mano rápidamente para acallar mi voz. Con el movimiento
había conseguido tirar la ropa, y ahora estaba esparcida en el suelo.
- Cállate- dijo y miró
de nuevo a nuestro alrededor-. No digas tonterías- levanté las cejas
sarcásticamente, dándole a entender que no me lo creía.
Ella miró por encima de mí, a
Betty, y por la cara que puso, lo que vio no le gusto. Jul bajó su mano, se
sentó a mi lado y agachó la cabeza. Por su reacción, al parecer Betty también
se había dado cuenta de lo que pasaba.
- Te gusta, ¿a que sí?-
continué yo. Jul solo asintió.
No podía verle la cara, pero
sabía que estaba sonrojada, y yo sonreí.
- Pero no se lo podéis
decir a nadie- dijo, levantando la cabeza de repente-. Ni siquiera a Sic.
- ¿Y por qué a Sic no?-
pregunté.
- Es muy vergonzoso e
incómodo- dijo y bajó la cabeza otra vez-. Hemos sido amigos desde pequeños,
hemos crecido juntos, y estoy segura de que él no siente lo mismo. Sería tan
incómodo estar con él después de decírselo. No podría mirarle a la cara, y
nuestra amistad se vería afectada. No estoy dispuesta a arriesgar eso.
Las tres nos quedamos en
silencio y, a parte del escándalo de nuestro alrededor, lo único que se escuchaba
entre nosotras era el rozar de mis mechones de pelo.
- ¿Y tú?- dijo Jul
rompiendo el silencio y tratando de cambiar de tema-. ¿Qué tal va lo tuyo con
Kile?
- Bien supongo- dije.
- ¿Supones?- preguntó
curiosa.
- Es que veréis-
comencé-, ayer tuve una conversación con Bernard que me hizo durar sobre Kile,
sobre lo nuestro.
- Explícate mejor- me
insistió.
- Pues el tema giró en
torno a que en realidad Kile y yo no nos conocemos de nada- dije-, así que ir
tan rápido es algo arriesgado. Que solo es atracción física, sin sentimiento,
nada más allá de lo común- Jul lo pensó un momento.
- Yo también lo creo-
fue lo que dijo.
Betty dio un último tirón y
empezó a anudar mi pelo. Luego volvió a sentarse en su sitio y asintió,
dándonos a entender que ella también lo creía. Suspiré, pasando mis manos
delicadamente por mi pelo, descubriendo que mi coleta había sido sustituida por
una trenza espiga.
- Y yo- dije al fin.
- ¡A ver chicos!- dijo
alguien de fondo y todos se quedaron en silencio-. Los que no vayan a entrenar
siéntense por donde quepan y el resto reúnanse en fila aquí.
Todos hicimos caso, y yo me
levanté de mi sitio. Les dediqué una última mirada a las chicas, me di la
vuelta y me coloqué en la fila que los demás habían comenzado a crear. Frente a
nosotros, un grupo de vampiros del clan, incluido Lance, nos observaban y nos
evaluaban silenciosamente. Sentí la mirada fija de Bernard en mí y yo, por
supuesto, le miré también. Estaba mirando con desaprobación mi sudadera y con
un simple movimiento de cejas me ordenó que me lo quitara. Apreté mis puños
molesta, pero igualmente rompí la fila, me quité la sudadera y caminé hasta las
chicas para que ellas me la guardaran. Las dos me miraron, o más bien a mi
conjunto, y luego Betty cogió la chaqueta. Me di la vuelta y regresé a mi sitio
en la fila, dedicándole una mirada asesina a Bernard en el camino.
Él sin embargo mostraba una
satisfecha sonrisa.
Dejó de mirarme, y comenzó a
pasearse por delante de nosotros, observándonos a cada uno con atención. Se
paró un par de veces para examinar bien a algunos, pero su inspección fue
rápida e implacable. Su rostro no mostraba ningún tipo de impresión hacia
nosotros, por lo que no podíamos saber qué opinaba de cada quien. Después de
mirarnos, se alejó un poco para poder vernos a todos y cruzó los brazos sobre
su pecho.
- Necesito un
voluntario- dijo, sus ojos yendo de una punta a la otra de la fila.
Nadie contestó, nadie se
ofreció, por lo que Bernard se vio obligado a elegir a alguien por su cuenta,
aunque más bien pienso que ya lo había elegido incluso antes de hacer la
pregunta.
Me miró con sonrisa incluida.
- Vaya Dani- dijo-, eres
muy generosa al ofrecerte.
Rodé los ojos y tensé todos y
cada uno de los músculos de mi cuerpo. Este tío me hacía enojar mucho,
demasiado, y lo peor era que tenía que soportarle. Rompí la fila nuevamente,
avanzando tres pasos hacia delante, y me quedé firme en mi posición, mi vista
fija al frente.
- Como lo único que
sabéis es defensa personal- dijo Bernard y empezó a dar vueltas a mi
alrededor-, me temo que tendremos que empezar por lo básico. Lo primero será el
combate cuerpo a cuerpo sin nada que os ayude y cuando lo hayáis más o menos
dominado, os dejaré usar armas. La señorita y yo haremos una demostración- el
tono arrogante que puso al decir “señorita’’, me hacía odiarle aún más.
- No seas muy duro- dije
yo-. Llevo un tiempo sin entrenarme.
Levanté mi brazo derecho
rápidamente, bloqueando el puñetazo que había pretendido darme, dejando nuestros
brazos formando una “X’’. Con su otro brazo cogió el que yo había usado para
bloquearle y lo colocó detrás de mi espalda, dándome la vuelta en el proceso.
No esperé ni un segundo usé mi brazo derecho para darle un codazo en el pecho y
luego otro en la cara.
Obviamente, me soltó.
Aproveché para darme la
vuelta y alejarme un par de pasos hacia atrás. Vi como masajeaba boca mientras
me dedicaba una sonrisa divertida y entrecerraba los ojos. Su expresión cambió
rápidamente, y avanzó hacia mí, propinándome un buen puñetazo en la mandíbula y
luego una patada en la barriga. Retrocedí ante ambos impactos y me recompuse
tan rápido como pude, pero no fue suficiente.
En nada ya estaba otra vez
sobre mí.
En este caso me agarró un
brazo, me dio un puñetazo en la tripa y me agarró por los hombros para acabar
lanzándome al suelo. Impacté en él secamente, pero no tuve tiempo de lamentarme
porque otro puñetazo venía directo a mi cara. Rodé sobre el suelo y escuché
como el golpe impactaba en la superficie a mi lado. Me levanté, justo cuando
una de sus piernas se elevaba hacia mi torso en forma de patada. La sujeté
entre mi brazo y mi torso antes de que me diese y usé mi pierna para golpear la
suya y hacerle caer.
Su caída fue más estruendosa
que la mía.
Cuando se levantó no
desaproveché el tiempo y di un salto girando sobre mí misma, propinándole una
fuerte patada en la cara. Se tambaleó y me acerqué a él para propinarle un
puñetazo en el pecho. Sujetó mi muñeca para evitarlo, y con su brazo libre me
dio dos codazos en ambos lados de la cara. Un rodillazo en el estómago, un
cabezazo y una zancadilla fueron sus tres siguientes movimientos.
Todos sin soltar mi brazo ni
un instante.
Caí de nuevo, esta vez para
no levantarme, ya que puso un pie en mi barriga para poder evitarlo, así que me
sumergí en el dolor de mi cabeza. Nuestro alrededor se quedó en silencio y lo
único que se escuchaba eran nuestras agitadas respiraciones.
- Una patada muy
elegante- dijo-. Para no haber entrenado desde hace tiempo, la has efectuado
con gran precisión.
- Es mi patada favorita-
comenté.
- Te queda bastante
bien- me ayudó a levantar mientras lo decía, dando así el combate por
terminado-. Te hace ver más implacable, temible y tenaz.
- No me hagas la pelota,
viejo- dije y volví a mi sitio en la fila.
Muy bien thais. Me ha gustado y quiero maaaaas jijiji. Por cierto, se debería contar todo porque no me entero de nada jijiji. Da la sensación que falta algo.
ResponderEliminarBesitos mi vida linda.
Pero si hay cosas que explico, como lo de los negocios, conté que la prota le dijo a Bernard que protegiera a sus amigos. Además si no lo ciento es porque no es relevante.
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