martes, 16 de septiembre de 2014

.Pura.

CAPÍTULO 13


- Vamos cariño, abre la boquita.

Miré con una sonrisa el fallido intento de mi hermana para que Nora se tomara la última cucharada del yogurt de fresa que le daba como postre. Ella sería la única afortunada de la casa que no cenaría con todos los demás de la casa y la envidiaba un poco por ello.

- Te aconsejo dejarlo – dije, adentrándome en la cocina –. Está muerta de sueño la pobre.

- Tienes razón – dijo, levantándose.

Puso la cuchara en el fregadero y tiro el bote de yogurt vacío a la basura para luego mirarme de arriba abajo. Desde que había llegado de correr Adriana no había hecho más que obligarme a cambiarme de ropa cientos de veces ya que los modelos que yo elegía para la cena no eran “adecuados” según ella. En aquella ocasión me había puesto unos vaqueros azul marino con pequeños rasgados aquí y allá, con un suéter de manga larga y holgado de color gris con un poco de estampado de leopardo desde los hombros hasta los codos, un collar un búho al final de la larga cadena y unas sneakers de cuero negro.

- De acuerdo – dijo ella frotándose la barbilla mientras me miraba – te dejo pasar este, pero cámbiate de zapatos ¿vale? Y acuesta a Nora por favor, que yo tengo que terminar de hacer cosas en la cocina.

- Vale hermanita – dije.

Tomé a la cansada Nora en mis brazos y la llevé al cuarto de mi hermana. Encendí una pequeña lamparita y empecé a mecer al bebé en mis brazos para que se quedara dormida. Ella mientras tanto me miraba, luchando contra el sueño para poder seguir viéndome, pero era demasiado débil para resistirse y poco a poco sus ojos se fueron cerrando. La metí en la cuna, la arropé con su pequeña manta y le di un beso en la frente.

- Dulces sueños mi pequeña – susurré y me marché.

Ahora tenía que ocuparme de cambiar mis zapatos para así tener contenta a Adriana y que me dejara en paz con el tema de mi ropa. Así que cuando llegué a mi cuarto saqué del fondo del armario unos botines grises de tacón y me los puse deseando que fueran los definitivos. Salí fuera y vi que la puerta del cuarto de Nathan estaba un poco abierta. Dudosa, me acerqué a ella y miré dentro.

Al principio tan solo vi la esquina de su cama y el espejo de su tocador. Después de un rato así, supuse que no habría nadie y decidí irme pero entonces vi a Nathan acercándose a su cama. Tan solo llevaba puesto un pantalón vaquero azul oscuro y unos náuticos negros sin cordones, dejando su torso al descubierto. Me deleité mirándole así y también mientras se ponía una blusa negra de botones y se remangaba las mangas delante del espejo del tocador. Estaba de espaldas a mí, pero podía verle la cara en el reflejo y vi como levantaba la vista un poco para mirarme a mí a la vez que se colocaba el cuello de la blusa. Sorprendida me eché hacia atrás y volví a tomar camino, esta vez hacia el baño de invitados. Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé de espaldas en el lavamanos. Borré la imagen de Nathan de mi cabeza y me centré en lo que realmente me preocupaba, y era lo que podría pasar esa noche en la dichosa cena.

Miré al suelo, más concretamente a mis pies, y el pelo suelto me tapó el rostro. No quería hacerlo, no podía, y sin embargo allí estaba, vestida y arreglada para vivir el segundo peor momento de mi vida. Deseé que al salir por esa puerta me encontrara con que todo aquello no era más que una farsa y que en realidad solo se trataba de una broma pesada que había llegado demasiado lejos. Pero sabía que mis deseos no se cumplirían y me sentí extremadamente pequeña, absurda y frágil, como una delicada muñeca de porcelana.

- Lilianne, ¿estás bien? - escuché decir a Nathan desde la puerta.

Le di la espalda un momento para secarme las lágrimas que sin querer habían brotado de mis ojos y luego le miré con una fingida sonrisa.

- Sí, bien - mentí -. Muy bien.

Él me miró unos segundos y luego cerró la puerta lentamente. Como la noche que nos conocimos, nos encontrábamos encerrados en un baño y el me miraba intensamente, pero sin hambre esta vez.

- No sabes mentir gatita - dijo mientras se acercaba -, al menos no a mí.

Se paró a un par de centímetros y me vi obligada a levantar la cabeza para mirarle a la cara.

- ¿Y quién dice que miento? - le espeté tratando de sonar dura.

- Tú - susurró y puso una mano en mi cara, acunándola -, tus ojos me lo dicen todo.

Me quedé en silencio porque no sabía qué hacer. Miraba sus ojos y lo único que veía era cariño y preocupación, junto con un irremediable deseo de protegerme. Me sumergí en esa mirada y la usé para consolarme a mí misma. Él era el único en aquella casa que sabía que íbamos a presenciar la peor cena familiar de la historia y estaba allí ofreciéndome su apoyo y su protección para que la llevara lo mejor posible.

- Nathan - susurré y sentí como unas lágrimas rodaban por mi cara -, no me dejes sola, no esta noche, por favor.

Aquello pareció sorprenderle pero rápidamente se recompuso y me dedicó una tierna sonrisa.

- Jamás te dejaré Lili - dijo -, sobre todo después de ver cómo me mirabas a través de mi puerta.

Se rio y yo abrí los ojos de par en par y le aparté con un pequeño empujón. Me sequé las lágrimas y me giré hacia el espejo.

- Cállate idiota - dije molesta, aunque en el fondo me resultaba cómico -. Tan solo miraba si había alguien porque la puerta estaba abierta.

- Pues tu forma de mirarme no me decía eso - dijo -. Se te veía disfrutando.

- Ni soñando disfrutaría mirándote, a no ser claro que estuvieras a punto de ser devorado por un gran monstruo gigante - dije furiosa -. Entonces sí que disfrutaría de lo lindo.

Pasé por su lado y salí del baño.

- Sigue negándolo gatita – gritó asomándose a la puerta para que le oyera -, sigue negando que no sientes nada.

¿Negando? ¿Yo negando qué? ¿De qué demonios hablaba? ¿Acaso pensaba que sentía algo por él? ¿Estaba loco? Si no era más que un creído, arrogante, idiota y sexi vampiro que se creía que podía tener a cualquier chica cómo, cuándo y dónde quisiera. Si se pensaba que yo iba a perder mi tiempo liándome con él o reconociendo sentimientos que ni siquiera tenía, estaba mal de la cabeza o peor.

Así, pensando en la multitud de razones por las que nunca me enamoraría de Nathan, llegué a la cocina, donde ya mi hermana y Ellen empezaban a llevar cosas al comedor. En un momento en el que la cocina estuvo vacía, abrí el armarito de la parte más alta y saqué la botella de vodka de mi padre y me bebí un pequeño trago.

- ¿Emborrachándote hermana? – preguntó Benjamín, apareciendo a mi lado.

- Tomo precauciones – dije –, ya sabes, para no acabar clavándole un cuchillo ni ningún objeto punzante a esa mujer.

- ¿Tan mal lo estás llevando? – se cruzó de brazos, tomó la botella de mis manos y bebió un trago.

- He terminado cogiendo el vodka de papá – dije, resaltando lo obvio ya que aquel vodka solo se usaba para emergencias de cualquier tipo -, ¿tú cómo crees que lo llevo?

Le quité la botella, bebí otro poco más y luego devolví la botella a su sitio.

- Solo espero que por una vez en la vida esta cosa me haga efecto – rogué, y es que las últimas veces que me había tomado aquello nunca había funcionado.

Entonces salimos al comedor donde ya casi todos se encontraban charlando y riendo antes de sentarse a la mesa. No había ni rastro de la bruja de mi madre así que disfruté de mis últimos minutos de felicidad y respiré hondo. Encontré a Nathan y a Adriana hablando en un rincón de algo que hacía que a mi hermana se le coloraran las mejillas. Se me hizo parecer a una de estas chicas adolescentes que se vuelven tímidas y torpes cuando ven al chico que les gusta, que se ponen coloradas solo porque él les dice “hola”.

A veces dudaba de que ella fuera la hermana mayor.

Pero su actitud, y la de todos los presentes,  cambió en cuanto vio que nuestra madre entraba al comedor con su elegante forma de caminar y su serio rostro. Avanzó hasta su sitio presidiendo la mesa y los demás seguimos su ejemplo y ocupamos nuestros asientos, yo por supuesto lo más alejada de ella posible. A mi derecha se sentó Nathan y frente a nosotros se puso Chad.

Fue entonces cuando admiré todas las cosas deliciosas que íbamos a comer.

El plato principal era escalope a la pimienta, que olía muy apetitosamente, acompañado por papas a la parmesana y ensalada césar, de arroz o caprese, según los gustos de cada uno. También había un bol con espaguetis para las dos más pequeñas y sopa de pollo como primer plato. El pan, el zumo para las niñas y el vino eran lo que completaban lo que había en la mesa.

- A parte de lo que veis en la mesa – dijo mi hermana –. También he preparado mus de chocolate y macedonia de frutas para el postre. Espero que la comida esté a vuestro gusto.

- Todo tiene muy buena pinta cariño – dijo mi madre, quien parecía realmente agradada por lo que íbamos a comer -, estoy orgullosa.

Cogí la botella de vino y llené mi copa para poder tomarme un buen trago, algo de lo que solo Nathan y Chad se dieron cuenta. Quizás emborracharme sería la mejor forma de sobrellevar esa noche y así no hundirme en la miseria por cada palabra agradable que salía de la boca de esa señora.

- Venga – dijo Adriana –, tomémonos de las manos.

Todos seguimos sus órdenes y, mientras le daba mi mano derecha a Nathan, alargué la otra por encima de la mesa para sujetar la de Chad. Agachamos la cabeza y cerramos los ojos, esperando.

- Gracias Señor por esta noche – comenzó a decir Benjamín, que al ser el varón más mayor le tocaba hablar – gracias por reunir a nuestra familia y por permitirnos pasar este momento de felicidad juntos.

Hizo un casi imperceptible énfasis al decir “momento de felicidad” y levanté la vista para ver que me estaba mirando, sabiendo que yo no era feliz ni mucho menos en ese instante.

- Y también gracias por estos alimentos que hoy comeremos y disfrutaremos – continuó –. Amén.

- Amén – dijimos todos.

Después de eso empezamos a servirnos cada uno nuestra comida en las cantidades que queríamos y sin hablar mucho tampoco. No resultó extraño ni incómodo los primeros minutos, pero luego se empezó a sentir una carga incómoda y pesada en el aire, la cual solo se liberaría cuando alguien se atreviera a hablar el primero.

- Mamá – dijo Chad –, ¿ya has hablado con papá?

- No todavía no – contestó –, seguramente esté muy ocupado.

Aquello volvió el ambiente más tenso si cabía, y todos se miraron entre ellos, mientras que yo sin embargo me mordí el labio y tomé otro trago de vino.

- ¿Pasó algo muchachos? – preguntó ella, notando que algo no iba bien.

- Verás mamá – empezó a decir Adriana –, lo que pasa es que nosotros sí hemos hablado con él – eso no la perturbó demasiado –. Llamó a Lilianne esta tarde y ella nos dejó el móvil para que le habláramos.

La severa y furiosa mirada de mi madre cruzó toda la mesa hasta llegar a mí. Tensé la mandíbula y descargué todo lo que sentía masticando el trozo de carne que tenía en la boca.

- Supongo que para ella sí que tiene tiempo – dijo, y percibí todo el odio que sentía por mí en cada una de las palabras.

No fui la única que lo notó por supuesto, dado que todos me miraron con expresiones o tristes o sorprendidas o esperando a que yo reaccionara. En cambio lo único que hice fue meterme otro cacho de carne en la boca y procurar no partir por la mitad el plato mientras cortaba el siguiente trozo que me comería.

- Cambiando de tema – dijo Ellen, tratando de aliviar un poco la tensión –, las niñas pronto empezarán el colegio, ¿verdad Adriana?

- Sí, en un par de semanas – contestó mi hermana animadamente, viendo que aquel podría ser un buen tema de conversación –, y también será el primer año de guardería de Nora.

- Esperamos que se adapte bien – continuó Brandon -, puesto que nunca ha estado mucho tiempo separado de nosotros.

- Si es como Anabelle y como yo papi – dijo Dacota en tono orgulloso –, no tienes de qué preocuparte.

Todos rieron ante el desparpajo de ella al decir aquello y sonreí porque yo le había enseñado a hablar de eso modo.

- Creo que mi niña ha pasado demasiado tiempo con cierta persona – dijo Adriana lanzándome una significativa mirada y levantando las cejas.

- Mamá ya no soy una niña – le espetó Dacota.

- Estoy segura de ello querida – confirmó mi madre sonriéndole con dulzura – Y ahora dime cariño, ¿ya has pensado que quieres estudiar?

- Por supuesto abuela – contestó mi sobrina -.  Al principio quería ser actriz, ya lo sabes, pero me di cuenta de que eso no era para mí y después de pensarlo un poco decidí que lo que quiero es ser abogada, como mamá.

- ¿En serio cariño? – preguntó mi hermana, totalmente alagada y orgullosa de su hija.

- Claro mami – dijo sonriendo -, siempre me ha gustado verte trabajar y cuando me dejas ayudarte me siento bien y contenta porque sé que estoy ayudando a alguien inocente a defenderse ya que él no puede. Hasta iré a la universidad.

Miré a Dacota y por primera vez invertimos los papeles, y yo deseé ser como ella y no ella ser como yo. Estaba tan segura de lo que quería y en su voz se notaba que hablaba en serio y que lucharía por hacer lo que quería.

- ¿La universidad? – dijo mi madre –. Espero que no la vayas a dejar en el último momento, sería una gran decepción.

Las palabras fueron secas, cortantes e hirientes, tan hirientes como para hacerme partir un plato por la mitad. El crujido cortó todo sonido que pudiera haber allí y cuando levanté el tenedor y el cuchillo las dos mitades se separaron, dejándome ver el mantel que había debajo.

- ¿Tratas de decirme algo o son solo imaginaciones mías? – le pregunté a mi madre, levantando la vista y mirándola con todo el odio que pude.

- Tú sabrás – dijo, y comió un poco de ensalada caprese, la masticó y la tragó –. No fui yo quien dejó la universidad para no hacer nada.

Clavé los dos cubiertos que sostenía en las manos en la mesa, para evitar tirárselos a la cara a aquella bruja y dejar sin madre y sin abuela a las personas que más quería.

- Sabes perfectamente por qué tuve que dejarlo – contesté –. No fue mi elección.

- ¿Ahora le echas la culpa a tu padre? – me preguntó – Ni siquiera sé la razón de que te idolatre tanto cuando dices esas cosas de él.

- Yo no le he echado la culpa a nadie – dije, mi tono elevándose un poco –. No manipules mis palabras para que digan lo que quieres y tampoco uses a papá para hacerme sentir mal. Al fin y al cabo ha sido a mí a quien ha llamado y no a ti, deberías recordarlo.

Vi como su cuerpo entero se tensaba y sus puños se cerraron con fuerza hasta que los nudillos se le quedaron blancos. La cara se le inundó de odio, tanto odio que hasta Anabelle gimió de miedo.

- Adriana – dije levantándome y mirándola, pidiéndole perdón con los ojos –, tu gesto ha sido muy bonito, pero jamás funcionará. Lo siento.

Rodé la silla y avancé hacia la puerta.

- ¿Otra vez huyendo? – preguntó mi madre, y supe que se estaba burlando –. ¿Es que no sabes hacer otra cosa que huir? Lo hiciste al marcharte de casa, al dejar la universidad y, ¿ahora también? Me decepcionas.

Lágrimas de rabia rodaron por mis mejillas y me giré bruscamente, sabiendo que iba a liberar todo de una sola vez, sabiendo que no me contendría.

- ¡¿Huir?! – exclamé -. ¡Yo jamás he huido que te quede bien claro bruja! Al marcharme de casa lo único que hice fue concederte lo que querías, desaparecer de tu vista. ¿O no fue eso lo que insinuaste al decirme que preferías morirte a decir en voz alta que yo era tu hija?

Muchas caras sorprendidas hubo ante aquella revelación.

- Por no decir todo lo que me soltaste aparte de eso – continué, con una pequeña risa histérica –. Cuando dejé la universidad tampoco hui por si deseas saberlo, lo hice porque papá se presentó en mi puerta con una bala en el pecho después de que su guardaespaldas le abandonara en medio de un tiroteo. ¿Te crees que iba a dejar las cosas así y que otro inepto se encargara su protección? Preferí dejar todos mis sueños votados en la basura y encargarme de que no le pasara nada para que pudieras seguir teniendo a tu marido a tu lado.

La cara de Adriana estaba ahogada en lágrimas y la de mi madre descompuesta en cientos de pedacitos.

- Y ahora tampoco huyo – dije esta vez más seria y dura, más bien cruel -, ahora me marcho porque hay demasiadas personas aquí que te echarían en falta si te ocurriera algo malo.

El rostro de mi madre se tornó en sorpresa y miedo, comprendiendo que la amenaza no era una broma. Entonces, suponiendo que las cosas ya habían quedado lo suficientemente claras, me di la vuelta y salí del comedor. Me dirigí como una bala a la salida, sin siquiera pararme a coger las llaves del coche ni de la casa. Tan solo necesitaba escapar de aquel sitio y respirar, respirar porque las lágrimas me estaban asfixiando. Cuando me encontré en la calle me alejé unos cuantos metros del edificio y me quedé paralizada en el sitio. Respiraba con dificultad y el corazón me latía con tanta fuerza que sentía los latidos en los oídos.

- Lilianne – reconocí la voz de Nathan, que pocos segundos después se puso a mi lado.


No podía más, necesitaba soltar mi frustración, desahogarme, y no dudé en abalanzarme contra Nathan y llorar. Él me apretó fuerte entre sus brazos y mi mundo se concentró en nosotros, en nuestro abrazo, y en su voz diciéndome que todo iría bien, que jamás me dejaría.

5 comentarios:

  1. Oooooooh! ¡Que tensión! Muy bueno, mi bruji. Quiero mas jijiji.
    Besitos

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    1. Bueno voy a alargar mi opinión de este super historia que me tiene enganchada jijiji.

      Primero, los cambios de ropa me hizo gracia porque me lo imaginé aunque no lo describieras, seguro que se volvió loca jijiji.

      Segundo, ¡¡Oooooooh!! Me quedé con ganas de beso con Nathan pero pienso que no lo hubo porque él intentaba animarla jijijiji.

      Tercero, la comida jajajaja me imaginé a la autora en ella jajajaja todo delicioso jijiji.

      Y cuarto, la cena, muy muy tensa. Me gustó que al final no se mordiera la lengua y le dijera tres cosas bien lindas a la bruja jajajaja.

      Y por último, el consuelo de Nathan. Estuvo ahí cuando lo necesitaba.

      En general, me gustó me encantó y me tiene enganchadiiiiiisima. Necesito más y quiero mas.

      Te quiero mi bruji, sigue asi porque es muy buena la historia.
      Besitos

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  2. Jajaja Gracias hermanita, la verdad es no hubo beso porque no era la ocasión, Lilianne estaba triste el quería reconfortarla solo y no usar su debilidad de aquel momento en favor propio ( esto no está descrito pero si la escena hubiese estado escrita desde los pensamientos de Nathan, hubiese puesto eso jajajaj)
    Lo de la comida fue frustrante para mí porque mientras investigaba por ahí de platos que podría usar pensaba que mis personajes comían mejor que yo y todo jejejejejej
    Yo tambn te quiero mucho <3
    P.D: Nathan tenia que cumplir su palabra jajajajja y lo hizo

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  3. ¡Hola! ¿Porque no subes tu "novela" a wattpad? ¡Se podría leer en todas partes sin necesidad de internet! Y yo podría lerrla... Aqui me cuesta seguirla y sinceramente... ¡me encanta!

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  4. Jajajajjaja...

    Yo en vez de abalanzarme que me abrazara, me habría abalanzado para morderlo en los labios y quitarme asi la frustración.

    Y sexy, momento del espejo... jejeje

    Y cierto, muy buena tensión en la cena. Te dejo, voy al siguiente!!!!

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