Asesina.
Asesina.
Eso ponía en el papel que me había tocado pero, ¿qué
significaba? ¿Sería un juego? Sí, seguramente, eso era lo más probable ya que,
cuando éramos estudiantes, mis compañeros habían mostrado un gran afán a la
hora de jugar a alguno. Sin embargo, todavía no habían explicado las reglas,
por lo que tan solo me dedicaría a esperar.
En aquel momento me encontraba de pie ante una ventana, en
el interior de un gran salón de baile en la planta baja de un gran hotel. En el
habían sido colocadas varias mesas, todas con snacks, tales como sándwiches y
pastelillos, para ir picando durante la noche. Además, había un escenario con
un equipo de música para ir ambientando la sala, junto con una pantalla grande
y unos micrófonos para que aquellos más
valientes se atrevieran a cantar. Me pareció muy buena idea el hecho de no
montar una velada demasiado sofisticada puesto que, al fin y al cabo, era una reunión
de antiguos amigos.
Aparte de mí, había alrededor de catorce personas más, sin
contar las que iban aproximándose desde la calle. Todos y cada uno iban
cogiendo los pequeños papelitos de la caja situada en la mesita de la entrada donde Megan Payne indicaba a cada uno que nadie debía decir lo que estaba
escrito en ellos. La reina del baile de nuestra promoción lucía incluso más
hermosa que antes, a pesar de hasta haberse casado y de tener tres hijos, dos
de ellos gemelos, según lo que había escuchado claro. Después de tantos años seguía
teniendo aquella apariencia dulce y su frescura subía el ánimo a los que la rodeaban.
Era evidente por qué había sido nombrada la reina del baile.
- ¿Anne? ¿Eres tú? - me gire para ver quién era, dejando así
de mirar por la ventana.
Sonreí ampliamente al ver a Evelyn, una de las compañeras de
clase con la que había tenido más relación, por así decirlo, ya que era la
chica con la que me ponía siempre a la hora de hacer proyectos en grupo. Tenía
tres años más que yo.
- Pues claro que soy yo - dije riendo -, ¿quién si no?
Ella sonrió en respuesta y me dio un abrazo, al que yo respondí
igual.
- Vamos - dijo sujetando mi brazo -, los de nuestra clase
hemos conseguido reunirnos juntos. Solo faltan unos pocos.
Dejé que me llevara y, mientras tanto, me dedique a
observarla. Tenía los mismos ojos azules brillantes y los mismos rizos negros
de siempre, pero ahora sus características curvas ya no estaban tan definidas
y algunas patas de gallo eran la firma del tiempo que había pasado. Al mirar más
allá de nosotras pude ver al grupo que habían formado nuestros ex-compañeros,
todos estaban allí, incluido...
- ¡Joshua! - exclamo Evelyn abalanzándose sobre él.
Durante el movimiento soltó mi brazo y yo me quede allí,
viendo como ella abrazaba al rey del baile. Joshua sonrió abiertamente a mi
amiga y la abrazo con gran emoción mientras reía. Convencida de que no me
necesitaban, miré a los demás y comencé a alejarme para saludarlos a todos.
- Anne, que alegría verte - dijeron unos cuantos.
Yo reí.
- Yo también me alegro de veros - con esa frase me acoplé al
grupo.
- Muchos teníamos curiosidad sobre como habrían tratado los años
a la más joven de la clase.
- Cierto - estuvo de acuerdo alguien detrás de mí.
Era Megan.
- Aunque creo que casi todos hemos estado leyendo la columna
que escribes en la revista Sheldon - ella se puso a mi lado y miró a los otros
-, ¿no es eso cierto chicos?
- Quien diría que la cerebrito de la clase terminaría
escribiendo una columna de consejos en una revista famosa - sonreí y me encogí
de hombros ante eso.
- Nunca dije que quisiera hacer otra cosa.
- Si - dijo Joshua, acercándose a nosotros junto a una feliz
Evelyn -, recuerdo que te pasabas las horas de clase escribiendo cosas en el
cuaderno.
Me sentí repentinamente bien al escuchar aquello. Por lo
visto el rey me prestaba atención en clase.
- No recuerdo cuantas veces los profesores te confiscaron
ese cuaderno - siguieron comentando, y todos reímos.
Continuamos hablando durante bastante rato, hasta que Megan
anunció que debía subir al escenario para hablarnos todos y nos quedamos esperando callados para
ver que decía. Bueno, casi todos nos quedamos callados, porque Evelyn y Joshua mantenían
una animada conversación entre ellos.
Habían sido grandes amigos desde niños, todos lo sabíamos, y
cuando él se marchó a estudiar al extranjero la mañana siguiente al baile
dejaron de tener tanto contacto como hasta el momento. Pero cinco años después él
ya estaba de vuelta, y su amistad se había reforzado. Siempre había pensado que
ambos terminarían juntos porque era lo que cabía esperar, ¿no? Los dos eran
guapos, estaban solteros, vivían sin apenas preocupaciones y se complementaban
el uno al otro. No veía razón alguna para que no sucediera algo entre ellos,
algo más allá de la mera amistad. Les observé un par de minutos, sopesando
aquello, y Joshua me pilló mirándoles. Bajé la vista un momento y luego miré
nuevamente al frente, hacia el escenario, con una débil y desanimada sonrisa en
el rostro. Sinceramente, me dolía un poco el corazón pensando que no existía
nada que les impidiera estar juntos, algún obstáculo entre Evelyn y mi primer
amor, porque sí; continuaba enamorada de él.
Auch, se quejó mi corazón.
- ¿Podéis atenderme? - pregunto Megan, reclamando la atención
de todos -. Primero que nada quiero daros las gracias por venir, porque ya sé
que muchos os mudasteis a lo largo de los años y habéis venido desde muy lejos,
y también porque es un placer volver a encontrarnos con nuestros viejos amigos
y compañeros, esos con los que vivimos grandes experiencias.
Todos aplaudimos y varios soltaron gritos mostrando su
agradecimiento.
- En segundo lugar - continuó -, sé que muchos os
preguntareis que son esos papelitos que habéis recogido a la entrada - miré un
segundo el papelito que había enrollado entre mis dedos -. Pues sabed desde ya
que forma parte de un juego.
A mi alrededor el ambiente se volvió más activo ya que la
gente estaba curiosa y excitada por saber de qué trataba todo. Puede que
pasaran los años, pero las personas no habían cambiado nada.
- En los papelitos hay tres papeles a ejercer diferentes - empezó
a explicar Megan -. Ciudadano, ayudante y asesino - vi como los demás volvían a
releer cada uno sus papelitos -. Los que tengan escrito ciudadano no tienen que
hacer nada salvo averiguar quién es el asesino antes de que este os mate. El
ayudante debe encontrar al asesino y hacerle saber qué papel juega, ya que tendrá
que ayudarle a asesinar a todos y cada uno de los ciudadanos.
Un gran "aaaaa" de sorpresa se expandió por toda
la sala, mientras que yo estaba petrificada.
- El asesino actuará normal, hablará con todos y todas, pero
tan solo con guiñarle un ojo a su víctima esta habrá muerto, marcándose a si
mismo con una pequeña cruz en la palma de la mano con uno de los rotuladores
repartidos por todas las mesas - miré hacia un lado y vi uno de los rotuladores
de los que Megan hablada -. El ayudante, solo cuando haya contactado con el
asesino, podrá matar mordiéndose la comisura del labio.
Observé disimuladamente al resto, buscando en el rostro de alguien alguna pista sobre quien podía ser aquel
ayudante.
- Una vez muertos, los ciudadanos no podrán informar a los
otros de quien les ha matado. Si el asesino y el ayudante consiguen matar a
todos, se llevarán esta completa cesta de navidad que deberán compartir - la
antigua reina del baile señaló a una mesa encima del escenario, con la
majestuosa cesta encima. La verdad es que era bastante, wow.
Definitivamente iba a ser mía.
- Pero si los ciudadanos les descubrís antes de que consigan
mataros, recibiréis una entrada cada uno para ir al gran concierto de navidad
de mañana por la noche. Pasadlo bien, y que comience el juego.
Ahí fue cuando todo se descontroló. El gran concierto de
navidad era un gran evento al que todo el mundo quería ir, y por ello conseguir
entradas resultaba realmente difícil. Por tanto, todos los allí presentes
deseaban encontrar al asesino para conseguir su ansiado premio.
Era mucha presión.
Me puse en marcha hacia el baño rápidamente, el único lugar
donde tendría algo de privacidad para relajarme, centrarme y pensar un plan. ¿Por
qué me había tenido que tocar a mí el asesino? ¿No podía haberme salido un
inofensivo ciudadano? De entre todas las posibilidades, me había tocado a mí la
más remota e imposible de todas, la de coger el único papelito que ponía
"asesino".
- Hay que ver Anne, la suerte que tienes - murmuré a la vez
que entraba en el servicio de mujeres.
Gracias al cielo, no había nadie salvo yo.
Me acerqué al lavamanos y abrí el grifo para mojar mis manos
y luego mi rostro. Necesitaba algo fresco en la cara para poder pensar con claridad,
porque aquella cesta sería mía con ayudante o sin él. Sería algo así como mi
recompensa por haber ido aquella reunión aun siendo mi cumpleaños.
Pero todavía no sabía cómo iba a picarles el ojo a todos.
¡Si a la mayoría no los conocía! Bueno, nunca era tarde para conocer gente
nueva, ¿no? Además, se suponía que yo era la cerebrito y podía usarlo para
lograr mi objetivo.
Por primera vez ser lista era una gran ventaja.
Así que, tratando de convencerme a mí misma de esa idea, me
sequé y salí del baño. Apenas había cerrado la puerta tras de mí cuando alguien
me sujeto de la muñeca y me jaló lejos de allí. Me sorprendí mucho al ver que
se trataba de Joshua, que me llevaba a la terraza que daba al jardín del hotel.
- ¿Qué pasa? - pregunté.
La verdad es que estaba bastante curiosa por saber la razón
que había llevado al rey del baile a llevar a la cerebrito al jardín, que por
cierto era realmente hermoso.
- Anne - dijo poniéndose frente a mí -, te presento a tu
nuevo ayudante.
Abrí los ojos de par en par. ¿Me estaba diciendo que él me ayudaría a eliminar a los demás? Pero eso
no era lo más importante...
- ¿Cómo has averiguado tan rápido que era yo la asesina? -
estaba tan sorprendida.
Él rio débilmente, y mi corazón se paró. Nunca, a pesar de
todo el tiempo que había pasado, había olvidado aquella forma tan característica
que tenia de reírse, ni la forma en que me sentía cuando lo hacía, esa risa de
la que estaba enamorada. Noté que mi corazón se aceleraba entonces y traté de
disimular, tal y como hacía de joven cuando le veía.
- No has cambiado nada, estrella - contestó, mirándome a los
ojos.
Estrella. Así me llamaba cuando éramos estudiantes. "Lo
recuerda", pensé, y me sentí repentinamente feliz.
- No me llamabas así desde hace mucho - dije girándome y
mirando al jardín. Camine unos pasos -. Pensé que ni te acordarías.
- La última vez que te lo dije fue el día que me marché -
dijo colocándose a mi lado -, en el aeropuerto.
Le miré sorprendida. ¿Se acordaba también de eso?
- No te sorprendas tanto - dijo mirándome -. Pasamos buenos
momentos juntos - su tono serio hizo que mi corazón se acelerara más aún. ¡Parecía
una adolescente por favor! -. Eso jamás se olvida.
- Tan solo te daba clases de mates - contesté, en un intento
por calmarme -. Estoy segura de que no era tu momento más divertido del día.
Vi como abría la boca para decir algo, pero luego la cerró
de nuevo, como si no valiera la pena decirlo, despertando así mi curiosidad.
Sin embargo, no traté de insistirle ya que, bueno, ¿quién era yo para hacerlo?
Si no quería decírmelo, no le iba a presionar para que lo hiciera.
- Bueno, ayudante - dije mostrando determinación -, pensemos
un plan.
Él me miró, algo dudoso, como si aún quisiera hablar de otra
cosa, y yo le devolví la mirada a la espera de que ver si me lo decía o no.
Finalmente, tan solo asintió hacia mí.