Capítulo 15
Desperté con un dolor inmenso en la cabeza y me
quedé un rato tumbada allí sin moverme. Cuando el pinchazo que martilleaba mi
cerebro se calmó, deslicé mi mano por el lado izquierdo de la cama y, aunque me
cueste admitirlo, me desilusioné al comprobar que estaba sola. Abrí los ojos
entonces, me estiré haciendo sonar casi todos los huesos de mi cuerpo y me
senté con las piernas cruzadas debajo de la sábana.
La habitación de hotel que Nathan y yo habíamos usado
para pasar la noche era bastante sencilla, con un pequeño salón cocina, un
cuarto para dormir y un baño. Escuché el agua de la ducha provenir desde el
otro lado de la puerta que tenía a la derecha y traté de ignorar el hecho de que
el sexy vampiro se encontraba completamente desnudo a unos metros de distancia.
Decidí estudiar el resto del cuarto para distraer mi mente de aquella imagen y
vi una bolsa blanca y una caja de zapatos justo a los pies de la cama, frente a
mí. Gateé por la cama hasta llegar a la bolsa y me dispuse a averiguar qué
había dentro.
Saqué un short vaquero ajustado, algo de ropa
interior, una camisa de tiras blanca y una sudadera turquesa que en la parte
delantera llevaba escrito “I like you” en letras grandes y blancas. Abrí la
caja de zapatos y me enamoré completamente de las Vans de color también
turquesa que encontré. ¡Eran una maravilla!
Justo en ese momento la puerta del baño se abrió y
Nathan salió de él. Iba con una simple toalla atada a la cintura y algunas
gotas de agua, procedentes de su pelo, se deslizaban por su torso desnudo.
¿Acaso había decidido salir de aquel modo para castigarme? Me quedé embobada
observándole y él tampoco se cortó en mirarme a mí.
¡Cierto!
La noche anterior me había deshecho de mis jeans
dado que eran muy incómodos para dormir y el vampiro había tenido la amabilidad
de prestarme su blusa para que la usara como pijama. Tan solo me había
abrochado el botón del centro, por lo que en aquel instante se podía ver parte
de mi sujetador y no hablemos de mis bragas.
- Buenos días –
dijo.
- Lo son – afirmé
mientras miraba otra gota deslizarse por encima de su tableta de chocolate.
Una pícara sonrisa apareció en su rostro y yo
tragué saliva al ver que se estaba acercando a mí. Nathan apoyó sus manos en la
cama a ambos lados de mi cuerpo, obligándome a quedarme casi completamente
acostada.
- Tenemos que ir
a recoger nuestras cosas a casa de tus padres y traerlas aquí – su voz fue
apenas un susurro –, aunque también podemos pasar el día en la habitación.
Empleando una de sus manos, desabrochó el único
botón de la blusa que yo llevaba puesta que impedía que se me viera en ropa
interior y parte de esta se deslizó por mi barriga hasta caer en la cama. No se
cortó ni un pelo y bajó la vista para contemplar mi cuerpo cubierto por dos
sencillas prendas que él quería arrancar.
“¡Lilianne Birdwhistle, qué demonios estás
haciendo!”, me grité a mí misma.
- Yo, esto… – me
aclaré la garganta puesto que había perdido el habla –… ¿y esa ropa?
Señalé la bolsa y todo lo demás. Me miró a los
ojos con una sonrisa, consciente de mi intento por cambiar de tema, pero no se
movió del sitio.
- Te compré algo
para que pudieras vestirte cómoda y no con los tacones y todo eso – explicó –.
Sin embargo, lo que llevas ahora me gusta más.
Su voz se volvió sensual y los latidos de mi
corazón aumentaron su ritmo. Me quedé mirándole mientras comenzaba a agachar su
rostro pero no hacia mi rostro, sino hacia mi cuello. Pensé que me mordería
hasta que, en lugar de eso, comenzó a darme delicados besos con la comisura de
sus labios. Bajó lentamente, evitando la tela de mi sujetador, y se paró a la
altura de mi vientre. Ahí sus besos se volvieron un poco más intensos y, para
terminar, dio un profundo y suave beso que me erizó la piel más de lo que ya la
tenía.
Si mi corazón antes había palpitado rápido, ahora
parecía una moto.
Al levantar su cara para mirarme vi el deseo
reflejado en sus ojos y seguramente el mismo sentimiento transmitían los míos.
Mordió su labio inferior y se levantó, yendo al otro lado del cuarto a
vestirse. Por mi parte, yo me incorporé, cogí las cosas de la bolsa, las Vans y
caminé hasta el baño. Antes de cerrar la puerta, no pude resistirme a echar un
último vistazo al vampiro, quien también me miraba, y solté un suspiro.
Saqué de mi mente lo que acababa de pasar y me
concentré en ducharme. Me quité toda la ropa, la poca que tenía, y me quedé
acorralada en la esquina de la ducha cuando abrí el agua y esta salió fría. Una
vez terminé, me vestí con la ropa que Nathan me había comprado y me acomodé el
pelo en un alto moño despeinado. Cuando volví fuera estaba sola en la
habitación y dejé la blusa que me había quitado doblada encima de la cama.
Salí entonces del cuarto y me encontré con un
delicioso desayuno en el salón. Había un plato con casi todo tipo de fruta, una
cesta con croissants, dos tazas vacías y otras dos jarras blancas junto a un
cuenco lleno de terrones de azúcar. Al ver todo aquello, la boca se me hizo
agua y mi barriga rugió. Me senté en el sofá con las piernas cruzadas al modo
indio y comprobé el contenido de las
jarras. En una había leche y en la otra café, ambos calientes. Llené una de las
tazas con los dos, compensándolos hasta tener un líquido de color canelo ya que
el sabor fuerte del café no me gustaba mucho. Eché un terrón y usé una
cucharilla para revolverlo.
Busqué a Nathan y lo vi apoyado en la barandilla
de la terraza hablando por el móvil. Pocos segundos después, colgó y se reunió
conmigo en el salón. Cogí uno de los croissants antes que pudiera dejarme sin
ninguno y lo mojé en mi leche con café. Me llevé el manjar a la boca y cerré
los ojos para saborearlo mejor. Teniendo en cuenta que mi rutina desde hace
mucho era desayunar leche con cereales, eso era como el paraíso para mí.
- Eran los de la
comisaría – habló él –. Tienen información sobre Adam Wayland, pero quieren que
vayamos nosotros allí. Al parecer el tío tienen un elaborado historial.
- Suponiendo que
lleva pisando el mundo muchos siglos, me parece normal – volví a repetir el
proceso anterior con el croissant mientras que Nathan se preparaba los suyo.
Mi móvil sonó en ese instante desde la cocina y,
sin mirarlo, ya sabía que sería mi padre. Me levanté a trompicones de mi sitio
y corrí para cogerlo.
- ¿Diga? –
descolgué con la boca llena de comida.
- ¿Te pillo en
mal momento? – preguntó mi padre.
- No – respondí
–. Estamos desayunando.
Volví al sofá y me senté junto a mi compañero.
- ¿Qué tal la
cena? – aunque intentaba ocultarlo, supe que estaba preocupado por mi
respuesta.
Y tenía motivos.
- Genial – dije
–. Nathan y yo fuimos a un bonito indio de la ciudad. La comida estaba
buenísima.
- Eso me indica
que fue mal – el tono de mi padre denotaba que estaba cansado.
- Ya sabes cómo
es ella – me masajeé la frente –. Intenté ignorar sus comentarios, pero hizo
todo lo posible para hacerme explotar – solté un suspiro –. Lo sabe. Bueno, lo
saben todos ya.
- Entonces me
llamará de un momento a otro.
Hubo un pequeño silencio en el que ni siquiera fui
capaz de mirar a Nathan por miedo a ver la expresión de su rostro ahora.
- Lo siento,
papá – me disculpé.
La noche que llegó a mi piso con la bala en el
pecho prometí que no contaría nada a nadie para que nuestra familia no se
preocupara y en la cena había roto mi promesa.
- Ni te atrevas
a pedir perdón, princesa – mi padre ya no mostraba cansancio –. No es tu culpa,
al contrario. Eso ahora es mi problema y yo lo solucionaré. Me tengo que ir ya
cariño, saluda a Nathan.
- Adiós, te
quiero – y colgué.
El resto del desayuno transcurrió en silencio y lo
agradecí. Nathan sabía que no estaba bien con todo aquello, pero entendía
también que no me apetecía hablar de ello. Me terminé la taza y el croissant
para luego escoger algo de fruta. Elegí una cuña de sandía, dos fresas y piña.
Todo estaba muy bueno.
- Es hora de
trabajar.
Dicho eso, dejamos la bandeja allí para que el
servicio de habitaciones se lo llevara, cogimos nuestras pocas pertenencias y
salimos. Nathan habló con la recepcionista del hotel avisando de que nos
hospedaríamos allí un tiempo y después condujo hasta la comisaría. Fue divertido,
ya que él no sabía dónde estaba y, mientras yo le daba algunas indicaciones,
dimos varias vueltas inútiles. Sin embargo, esto sirvió para levantarme el
ánimo y la mayor parte del tiempo me estuve riendo de él.
- La próxima vez
conduciré yo – afirmé nada más salir del coche.
Lo habíamos aparcado frente a la comisaría y no
tuvimos que andar mucho hasta alcanzar la puerta. Cuando entramos un gran
alboroto de teléfonos sonando y gente hablando nos abordó. Aquella era la
principal comisaría de la ciudad y casi siempre estaban a tope de trabajo,
tanto del mundo normal como del sobrenatural, y ese escándalo era la prueba.
Sabía perfectamente dónde teníamos que ir, así que emprendí mi camino hacia el
ascensor que nos subiría hasta la cuarta planta y saludé a casi todos los que
pasaban a nuestro lado.
- Eres muy
conocida aquí – comentó el observador vampiro que tenía como compañero.
- Digamos que
este es el lugar donde he pasado la mitad de mi vida – me encogí de hombros –.
Hasta las plantas me conocen.
Finalmente entramos al ascensor y pulsé el botón
con el número cuatro.
- En cuanto al
coche – Nathan no parecía tener interés en dejar pasar el tema –, no es mi
culpa que tú no sepas dar instrucciones.
Le miré estupefacta.
- Por favor, si
me sé el trayecto hasta con los ojos cerrados. Eres tú el que no sabe escuchar –
le di un toque en el pecho.
La puerta del ascensor se abrió y le di la espalda
a él, intentando que pensase que estaba enfadada aunque, en realidad, me estaba
costando aguantarme la risa. Nathan, por su parte, reía por lo bajo sin querer
parar y siguió así incluso cuando atravesamos la puerta de la sala de
operaciones, donde organizábamos cada movimiento de los casos que llevábamos.
Una gran mesa de madera ocupaba el centro y a su
alrededor había sentadas seis personas. Dos eran informáticos que controlaban
una pantalla situada en una pared del fondo, Arthur y Caroline, tres detectives
especializados, Cassandra, Oliver y Félix, y el último era un fiel amigo de mi
padre que dirigía el caso desde allí, Eddy. Todos eran relativamente jóvenes,
sobretodo Arthur y Caroline que tenían mi edad, salvo Eddy, quien llevaba a
cuestas cuarenta y ocho años vividos y veintiséis de ellos trabajando para mi
padre, por lo que era como un tío para mí.
- Hola chicos –
saludé con ánimo a todos –. Este es Nathan, mi compañero.
Le dediqué una mirada de reojo al vampiro y vi
cómo saludaba a todos.
- Bienvenida
Lilianne – Eddy se acercó y me dio un débil abrazo mientras que los demás
sonrieron –. Nathan, es un placer – los dos se dieron la mano a modo de saludo.
Me alejé un poco de ellos y mi atención se fijó en
la pantalla de la que hablé antes. En ella estaba proyectado un perfil, el
perfil de Adam Wayland, y había cientos de ventanas superpuestas con su
información. Podía parecer normal porque, al fin y al cabo, era un vampiro con
una larga vida, pero esto era exagerado.
- Nosotros
pusimos la misma cara que tú – Cassandra se puso a mi lado y sus rizos rojos me
rozaron el brazo.
- Así es – Eddy
y Nathan se apoyaron en el borde de la mesa justo en frente de la pantalla y
fue Eddy el que habló –. Este tío tiene un enorme expediente y no por buena
conducta.
- Adam Wayland
era un vampiro de poca monta que trataba de hacerse un hueco en la sociedad a
toda costa – Oliver empezó a hacernos un resumen –. Para ello hizo negocios con
muchos de los personajes más poderosos del mundillo, no solo vampiros, y los
trabajos sucios abundan en su historial. Son tantos que creemos que está detrás
de algunos de nuestros casos sin resolver y es preocupante. Lo más antiguo que
tenemos de él es su participación hace ciento treinta y siete años en una gran
matanza en Noruega, donde miles de vampiros aniquilaron a casi todos los humanos
que habitaban el lugar – Arthur cliqueó una ventana que nos mostró el artículo
de un viejo periódico noruego que publicó la noticia y se produjo el silencio.
Al lado del artículo había una foto con cuerpos
humanos apilados como si de cascaras de naranja se tratara y me llevé la mano a
la boca. El rojo de la sangre protagonizaba la imagen por completo, demostrando
la carnicería de la que Oliver hablaba. Pocos segundos después, esta espantosa
escena fue sustituida por otro artículo de prensa más actual, donde aparecía un
vampiro vestido con traje elegante apunto de cortar una cinta roja.
- Actualmente es
una especie de importante hombre de negocios – esta vez fue Caroline la que
habló –. Hace dos meses se inauguró un nuevo bufete de abogados financiado por
él y muchos le idolatran.
- ¿Por qué
demonios un hombre de negocios molestaría a la madre de Grace? – Nathan preguntó.
- Fácil – Eddy habló
–. Le encantan las mujeres. Normalmente está rodeado de chicas jóvenes, guapas
y operadas, pero también se siente atraído por todas las mujeres que no
muestren ningún interés hacia él. Las ve como un reto.
Solo una palabra cruzaba mi mente.
- Imbécil –
murmuré y todos estuvieron de acuerdo conmigo –. Hay que hablar con él.
- No podemos – Félix
se cruzó de brazos –. Adam Wayland es intocable, por algo ha querido siempre el
poder. Los únicos que se acercan a él son las personas con las que hace
negocios, sus sirvientes y todas esas chicas.
- Habrá que
intentarlo – Cassandra se enfundó mejor la pistola y miró a Oliver –. Vamos a
ver qué conseguimos.
Este hizo caso y juntos avanzaron hasta la puerta.
- ¡Esperad! – el
grito de Arthur hizo que se pararan –. Poneos esto.
Sacó una caja con micros de pecho y un collar. El
collar era una simple cadena con una pequeña mariposa de alas verdes y negras y
un diamantito como cuerpo. Los dos detectives se colocaron los micros y después
Arthur le tendió el collar a Cassandra, a lo que ella le observó extrañada.
- Lleva una mini-cámara
dentro – explicó él –. Así podremos ver y no solo oír lo que pasa si habláis
con Adam.
Fruncí el ceño, ya que no me apetecía ni ver ni
oír a ese idiota asesino, ligón y aprovechado que estaba en el centro de
nuestro caso.
- Será mejor que
salgamos ya – dijo Oliver –. Como salga de su casa no podremos hablar con ese
tipo.
Nos despedimos y, en cuanto los perdimos de vista,
regresamos nuestra atención a la pantalla. Caroline intentaba establecer
conexión con la cámara que estaba en el collar y Arthur la ayudaba. Eddy se acercó
a una cómoda con una garrafa de agua, tazas y café caliente y se sirvió un poco
de café con dos terrones de azúcar que había en un bote dentro de un cajón.
- ¿Cuándo
dejarás de tomar tanto café? – le pregunté sonriendo.
Eddy era un adicto a esa bebida desde mucho antes
de que le conociese y pocas personas no sabían eso. Para ser sincera, tenía la
certeza de que su cuerpo ya se había hecho inmune y no reaccionaba cuando lo
bebía por lo acostumbrado que estaba.
- Supongo que
cuando me toque pasar a mejor vida – contestó entre risas.
Yo negué con la cabeza.
- Ya tenemos
imagen en directo – Caroline llamó nuestra atención.
Ambos nos sentamos junto al resto en la mesa,
colocándome yo al lado de Nathan y Eddy a mi otro lado. Observamos la pantalla
y tan solo se veía el cristal delantero del coche y la calle, hasta que
nuestros informáticos encendieron los altavoces y pudimos escuchar también.
- ¡Dios mío
Oliver! – exclamó Cassandra –. ¿Cuánto hace que no limpias el coche? Seguro que
si busco encuentro cucarachas o algo peor.
Puse cara de asco.
- ¿Pueden oírnos
a nosotros? – pregunté y Arthur negó con la cabeza –. ¡Qué asco!
Todos rieron, pero yo seguía provocada por lo que
había dicho la detective. ¿Cucarachas en el coche? ¿Quién podía tener un coche
tan sucio? Seguí mirando la pantalla y vi la exploración que hacía Cassandra de
la basura del coche, mientras que Oliver conducía algo avergonzado. Usé mi mano
derecha para apoyar mi barbilla y con la izquierda me toqué la barriga, puesto
que el desayuno que me había tomado amenazaba con salir.
Entonces sentí que alguien acariciaba mi espalda dibujando delicados círculos en ella y no tuve que mirar para saber que era Nathan el que intentaba que me sintiese mejor. Me mordí el labio y sonreí un poco. Estaba conmovida por aquel gesto y el corazón volvió a latirme a toda velocidad, algo que últimamente pasaba con frecuencia.
- Oye Cassi –
habló Oliver –, deja de registrar ya.
- Ni de coña
listillos – ella negó rotundamente –. En cuanto tengamos un hueco vamos a
limpiar esto, juntos, porque si te dejo a ti solo no harás nada. No sé ni cómo
me he subido aquí voluntariamente.
Cuando se vio cómo Cassandra sacaba un perrito caliente a medio comer completamente mohoso y con un par de gusanos me tuve que tapar la boca para no vomitar
- Lo siento – dije mientras me levantaba de la silla –. No puedo ver eso, avisadme cuando lleguen a la casa de Adam.
Salí de la sala y busqué una ventana. La abrí y saqué la cabeza de manera exagerada, para que el aire fresco me calmara las náuseas. Escuché de fondo cómo la puerta se abría y cerraba de nuevo y no pasó mucho hasta que Caroline se puso en la misma posición que yo. Nos miramos y reímos al ver el penoso aspecto que tenía la otra.
- Luchamos
contra malvados seres sobrenaturales y nos vence la mierda del coche de Oliver –
murmuró.
- Prefiero
cargarme a uno de esos que encontrar comida con moho y gusanos en el coche de
alguien – dije yo.
- Pobre Cassandra.
- Pobre Cassandra.
Las dos hablamos al unísono y empezamos a reír
otra vez.
Conocía a Caroline desde hacía mucho tiempo y nos
llevábamos bastante bien. No era una amiga tan cercana como Rachel o Lynette,
pero de todos modos era un gran apoyo allí dentro dado que, aparte de ella, no
había muchas más chicas con las que hablar.
- ¿Qué tal tu
nueva casa? – me preguntó.
- Bien – sonreí –. He estado allí unos pocos días así que tampoco tengo muchos detalles que dar. Lo bueno es que hay un bonito lago natural justo enfrente y se puede nadar en él.
- Bien – sonreí –. He estado allí unos pocos días así que tampoco tengo muchos detalles que dar. Lo bueno es que hay un bonito lago natural justo enfrente y se puede nadar en él.
- ¡Qué
divertido! – se notaba su entusiasmo –. Algún día tienes que invitarme a ir. Además, así podré ver a ese compañero tan guapo que tienes.
Elevó las cejas de forma significativa y sonrió con picardía.
- Siempre estás invitada – respondí –. Las chicas también se alegrarán de verte. En cuanto a Nathan, es un bombón, pero también un idiota.
Miré de nuevo por la ventana.
- Un idiota que
te gusta querida – me empujó débilmente el hombro y reímos un poco –. No te
olvides del reglamento cariño, ya sabes que tu padre se lo toma en serio.
Cierto.
El reglamento.
¿Que reglamento? Como siempre con el misterio jijiji.
ResponderEliminar¿ Como pudistes dejar que se escapara al baño sin darle una probadita a la tableta de chocolate?
Por si no te has dado cuenta ¡¡Quiero maaaaas!! Jijiji
Muchos besitos mi vida linda ;-)
El suspense es lo mejor hermanita, así tienes intriga y te hago sufrir un poquito. A mí no me preguntes, es Lilianne la que lo dejó escapar jajajajajja
ResponderEliminarYa te daré maaaaaaaas
Besotes
No es Liliane!!!! Soy yo!!! Nathan es mio, no puede tocarlo!!!! jajajaja
ResponderEliminarQuiero más, interesante capi
y hombre malo el de la historia.
JAJAJAJAJA Hola E.J. ya a todas nos quedó claro que Nathan es tuyo, menos a Lilianne
Eliminarhabrá que ver.
Besotes muak muak muak