CAPÍTULO
16
- Gracias por recibirnos señor Wayland – dijo Oliver.
Cassandra y él se sentaron en uno de los lujosos
sofás de cuero beige justo frente al vampiro. Teniendo en cuenta lo que se
podía ver con aquella cámara, lucía bastante elegante con un traje de etiqueta
canelo, una blusa blanca y una corbata verde oscuro. Sus pómulos eran bastante
pronunciados y llevaba el pelo color miel echado hacia atrás y fijado con
apenas un poco de laca, por lo que un mechón caía sobre su cara casi tapando
uno de sus ojos marrones.
Había que admitir que era guapo.
- Chicas, quitad
esas caras – Félix habló molesto –. ¡Es un asesino!
Desperté de mi embobamiento y miré a Caroline, que
se había quedado igual que yo al ver a Adam. Ambas nos reímos por la situación
y por la cara que tenía Félix mientras nos observaba. Le sacamos la lengua
completamente sincronizadas y él negó con la cabeza.
- No hay que
agradecer – dijo Adam –. Siempre es un placer atender a la policía, sobre todo
si llama a mi puerta una chica tan hermosa como usted, si me permite decirlo.
Sus ojos se fijaron en Cassandra y ahí quedó
demostrada su inclinación por las chicas.
- Señor Wayland
– se escuchó una voz de hombre un poco más lejos –, quedan veinte minutos para
su reunión. ¿Debería cancelarla?
Adam desvió su mirada a la izquierda.
- Esta charla
será rápida, Alfred – respondió –. Los señores sabrán esperar si me retraso.
El tono de voz que empleó para hablar daba a
entender que a las personas con las que se encontraría más tarde les convenía
esperar para tratar un tema bastante importante y que probablemente no sería
nada legal.
- Como al
parecer le urge el tiempo, iré directa al grano – la voz de Cassandra llamó la
atención del vampiro –. ¿Conoce usted a Grace Nichols?
Adam frunció el ceño, aparentemente desconcertado,
pero aquel sentimiento no llegaba a sus ojos, así que estaba claro que sí sabía
quién era.
- Lo siento,
pero no sé de quién me habla – aquel tío era un buen actor.
- Quizás conozca
a su madre – se vio cómo Oliver sujetaba su móvil extendido hacia el vampiro y
este miró la pantalla.
La observó unos segundos, analizando la imagen de
la señora Nichols y, pensando qué contestar, se lo devolvió a Oliver.
- Claro, ya me
acuerdo – me imaginé una bombillita iluminándose sobre su cabeza y sonreí –.
Vino a verme un par de veces porque al parecer su madre le dijo que yo la
acosaba, ¿se lo pueden creer? Grace era una chica especial, con carácter y tuvo
el valor de enfrentarme guiada por las mentiras de su madre.
¿Era? ¿Por qué hablar de alguien en pasado si no
sabes que está muerta? A no ser, por supuesto, que fuese su asesino y, por lo
visto, todos pensamos lo mismo.
- Grace está
muerta – soltó Cassandra –. No sabrá usted algo de eso tampoco, ¿verdad?
La sonrisa del vampiro se dejó ver.
- ¿Está
acusándome? – preguntó.
- Aquí nadie ha
acusado a nadie – habló otra vez Cassandra –. Sin embargo, dada su falta de
sorpresa ante el anuncio de su muerte y que has hablado de ella en pasado, me
ha obligado a sospechar de usted, si me permite decirlo.
Adam soltó una carcajada bastante sonora.
- He vivido lo
suficiente como para que el fallecimiento de una muchacha descarriada no me
cause impresión – se excusó ante las sospechas de ella –. Además, hace mucho
que no la veo, ¿por qué hablar de ella en presente como si fuéramos amigos o
algo? Verán, tan solo hablé con Grace cuando ella acudió a mí para pedirme que
me alejara de su madre y punto. No sé nada en referente a su muerte así que
pierden el tiempo.
El elegante vampiro se levantó de su asiento,
haciendo que los dos detectives se levantasen también y juntos caminaron hasta
la salida.
- De acuerdo,
señor Wayland – Cassandra se giró para mirarle y la cámara lo enfocó –. No
salga de la ciudad de todas formas, puede que le necesitemos.
- Ya saben dónde
vivo – añadió él.
Los dos detectives se alejaron de la casa y
regresaron al asqueroso coche de Oliver. Para no tener que ver todo aquello de
nuevo dejé de mirar la pantalla y volví la vista a los demás, quienes hicieron
lo mismo.
- Estaba claro
que no diría nada – murmuré.
- Habrá que
buscar otra forma de acercarse a él – dijo Eddy.
- Alguien podría
infiltrarse – Caroline habló como si fuera lo más obvio del mundo, encogiéndose
de hombros.
Todos los de la sala miramos con malicia, algo de
lo que ella no se percató hasta pasados varios segundos. Su rostro pasó de la
tranquilidad al pánico más rápido que la velocidad de la luz y negó con la
cabeza de forma agitada.
- No, no, no y
no – agitó los brazos –. Ni de broma, yo no puedo. No soy más que una agente de
oficina que domina la informática. Si queréis que actúe como hacker, lo hago
pero, ¿infiltrarme? Me pillarían al vuelo.
- Es verdad –
Félix estuvo de acuerdo –. Por algo es agente de oficina, no podemos obligarla
a eso.
Después de que terminase de hablar, el silencio se
cernió en la sala y lo único que lo irrumpía era la charla que mantenían los
del coche. Las ideas en mi cabeza iban y venían sin formar una en concreto. No
se me ocurría qué podíamos hacer para que Adam revelase qué había pasado con
Grace, porque había sido él, ese vampirucho la había matado o al menos era el
responsable de su muerte y no quedaría impune.
Me levanté de mi silla y caminé hasta donde Eddy
se había servido anteriormente su café e hice lo mismo conmigo. La cafeína
muchas veces me ayudaba a pensar con más rapidez y a aclarar las ideas.
–
Nathan podría
intentar hacer negocios con Adam – sugirió Arthur.
Sin dejar tiempo a que la idea se formase en las
cabezas de todos, yo me negué.
- No – fijé mi
vista en el café que estaba sirviendo –. Adam Wayland ha vivido bastante y sabe
que no debe fiarse de cualquiera. Si Nathan se le acerca, no importa cuánto
encanto demuestre ni la mano que tenga con los negocios, le investigará, y
tarde o temprano llegará a mí, luego a mi padre y más tarde a todos nosotros.
No es una opción.
Nadie fue capaz de contradecir mi valoración.
- Entonces tú,
Lilianne – habló Eddy.
Cinco pares de ojos se posaron en mí y estaba
segura de que, si pudiera, me estaría mirando a mí misma también. La sugerencia
de Eddy no era tan descabellada como parecía, quizás sí para mi padre, pero él
no estaba allí así que, ¿qué más daba?
- Me parece que
tú eres la más indicada – comentó Félix.
Tomé un sorbo de mi humeante café y miré a Nathan,
quien no parecía tener la misma opinión que los otros.
- Lo haré – dije
sin dejar de mirarle –. Tenéis razón, soy la única que puede hacerlo. A
Cassandra ya la ha visto y Caroline no tiene experiencia.
- Además –
prosiguió Eddy –, tampoco es necesario implicar a nadie más salvo a los que
estamos ya en este equipo.
- Muy bien, será
sencillo – Arthur empezó a teclear velozmente en su ordenador –. Mantendrás tu
identidad de Lilianne Birdwhistle, pero te inventarás una tapadera que te haga
ver como una negada que no quiere saber nada de su familia. Te recomendaría que
no cayeras en sus encantos y mostraras desinterés. Sin embargo, siendo tú, te
saldrá natural así que no será difícil. Por lo demás, ten cuidado con sus dos
guardaespaldas, te vigilarán y más cuando empieces a convertirte en una visita
regular. Todas las noches va una discoteca privada solo para vips, puedo
conseguirte entrada para esta noche o para mañana.
- Esta noche –
ordené yo –. Cuanto antes mejor.
Arthur solo asintió y continuó tecleando.
- ¿Cómo haremos
que llame su atención? – preguntó Caroline.
- Eso es fácil –
murmuró Nathan lo suficientemente alto para que le escuchásemos –. Con que se
vista de fiesta, se suelte el pelo y se maquille, Adam no será el único que la
mire.
A la vez que hablaba, me escaneó de pies a cabeza
y alcé una ceja. ¿Debía sentirme alagada o solo pensar en él como un
pervertido?
- Cierto –
Caroline sonreía –. Nuestra querida Lili no tiene nada de lo que quejarse en
cuanto a físico. Te prestaré la ropa más provocativa de mi armario.
- En primer
lugar – comencé a decir –. Gracias. Y en segundo lugar, ni de coña me pongo lo
más provocativo de tu armario. En una escala del uno al diez en términos de
ropa provocativa, como máximo llegaré al ocho y medio.
Todos, menos Nathan, rieron.
- Está bien –
Eddy se levantó y yo me terminé el café –. Será mejor que descanses para estar
al cien por cien esta noche. Te llamaremos si tratamos algo más del plan.
- Entonces,
hasta pronto – me despedí de todos y esperé a Nathan en el pasillo.
Cuando salió ni siquiera se volteó a mirarme y yo
fruncí el ceño. Avanzó a paso ligero por el pasillo, por lo que me vi obligada
a acelerar más de una vez, y al fin llegamos al ascensor. Este empezó a bajar
tras pulsar el botón y un silencio sepulcral se formó entre nosotros. No me atrevía
a preguntarle qué pasaba, no por miedo a él, sino más bien porque me sentía estúpida. ¿Qué bicho le
había picado?
Estaba completamente desconcertada.
Así, estupefacta, llegué al hotel. Quien nos viera
en ese momento podría confundirnos con una pareja de cómicos, uno que estaba
enfadado y gruñón, y la otra que parecía un fantasma paseando ensimismado en
sus cosas.
- Voy a
acostarme – anunció Nathan nada más cruzar la puerta de la habitación.
Era la primera vez que usaba un tono tan brusco
conmigo y, para ser sincera, me dolió. Decidida, fui tras él hasta el cuarto y
me quedé de pie al lado de la cama. Se había quitado la camisa y acostado boca
abajo, por lo que tan solo podía ver su maravillosa espalda y su pelo. De
pronto me dio calor y me quité la chaqueta.
- ¿Se puede
saber qué te pasa? – pregunté.
- Nada, solo
quiero dormir – ese tono brusco seguía allí presente y me desquiciaba.
- Y si no te
pasa nada, ¿por qué te has enfadado de repente? No entiendo tu bipolaridad –
alcé las manos para exagerar un poco, aunque él no me miró.
- ¿Qué importa
lo que me pase? Tú solo dedícate a descansar para esta noche, no te preocupes –
mis ojos se abrieron de par en par.
- ¡¿Qué no me
reocupe?! – exclamé –. Nathan por dios, eres mi compañero, ¡claro que me
preocupo! Quiero saber qué demonios te pasa.
En un abrir y cerrar de ojos ya no estaba acostado
en la cama, sino que me acorralaba contra una pared con furia y frustración en
el rostro.
- Si quieres
saber lo que me pasa solo mírate – habló –. Tú eres lo que me pasa. Esta noche
vas a convertirte en cebo para tiburones, te lanzarás directa al mar lleno de
tiburones en busca de la atención de uno en especial y no piensas en lo que
podría hacerte. Porque está claro que conseguirás su atención, nada más entrar
sus ojos se fijarán en ti, al igual que hiciste cuando cruzaste las puertas de
mi local.
- No me hará
nada – dije segura –. Sé defenderme.
Su risa histérica me hizo estremecer.
- Sigues sin
entenderlo – apoyó su cabeza contra la pared tras de mí –. A ese tío solo le
interesan dos cosas de las chicas en las que se fija: sexo y sangre. No
obtendrás ni un poco de su confianza si no le das alguna de las dos y, para lo
que queremos, deberás hacerlo.
Me quedé mirando su hombro petrificada.
Había pensado en eso al aceptar ser la infiltrada,
pero la forma en la que Nathan lo
describía lo hacía ver mucho peor de lo que yo había imaginado. Ya me había
costado lo suyo dejar que él bebiera mi sangre y sería todavía más difícil con
el otro vampiro. Por otro lado, acostarme con Adam no entraba ni por asomo a
poder convertirse en una opción para mí.
Lo único que sentiría, sería asco.
- Me vuelve loco
la idea de que ese bastardo vaya a tocarte cuando ni siquiera yo he podido
besarte en condiciones – se alejó de mí un par de pasos –. No es que yo sea un
santo a su lado, puede que sea incluso peor que él.
¿De qué hablaba ahora? ¿Acaso Nathan había hecho
cosas más horribles que las que mostraba el expediente de Adam? ¿Era eso
posible? No, no podía ser. Adam había comenzado aquella masacre en Noruega, no
había nada que pudiese superar ese suceso tan espantoso, ¿o sí? Y aunque así
fuera, ¿qué importaba? De lo poco que le conocía, en ningún instante había
visto en él algún signo propio de un asesino. A lo mejor lo había sido en el
pasado, un ser despiadado y sin piedad, pero no ahora.
- Nathan –
susurré.
Mi voz no era mi voz en aquel momento, solo un
hilillo que menos mal que él podía escuchar.
- No importa – sonaba
rendido –. Es trabajo, debes hacerlo. Te protegeré lo mejor que pueda.
- Nathan, eso
no-
- No tienes que
decirme nada, Lili – traté de acercarme
a él, pero se alejó.
“Algún día
serás tú la que me lo pida…”
Las palabras Nathan tiempo atrás resonaron en mi
cabeza.
- Nathan – mi
voz subió cuatro tonos.
Hablé segura, consiguiendo que me prestase
atención por fin y no me moví del sitio para no perder el contacto visual.
- Nathan,
bésame.
Mi orden lo dejó desconcertado unos segundos e
imaginé que estaba pensando si le hablaba en serio o no. Al no ver ningún tipo
de duda en mí, se acercó, tomó mi rostro entre sus manos y unió nuestros
labios. ¡Dios, cuánto había deseado eso! Me costaba admitirlo, sí, pero no
podía negar más que hacía mucho que quería besarle.
Como recordaba, era un beso que me hacía sentir en
el paraíso, saboreando la fruta afrodisíaca más deliciosa, aunque también
prohibida, y disfrutando con cada mordisco. Si a eso le añadíamos su lengua
jugueteando en mi boca, podría decirse que estaba rozando el cielo, el éxtasis.
¿Era posible sentir tanto placer solo con un beso? Sí, por supuesto que sí, yo
lo estaba sintiendo.
Entre tanto, no pude evitar deslizar mis manos por
su pecho, su esculpido pecho, y le sentí jadear por el tacto. Sus manos, al
mismo tiempo, tocaban cada parte de la piel bajo mi camisa y yo también jadeé.
El deseo invadía cada milímetro de nuestros cuerpos y no se negó cuando, sin
dejar de besarnos, lo conduje a la cama. Quería hacerlo, lo necesitaba, y él
sentía exactamente lo mismo.
- Lilianne, no –
habló entre besos –. Para – eso sonó más a gemido que a orden.
Seguí besándole y Nathan se vio obligado a
colocarse sobre mí y sujetarme con fuerza.
- ¿Qué haces? –
pregunté.
- Tienes que
descansar para esta noche – respiraba de manera agitada –. No voy a agotarte y
a poner en riesgo el caso con esto.
Sonreí divertida. ¿Agotarme? Debía de ser una
auténtica máquina para conseguir eso.
- Verdad –
estuve de acuerdo –. Lo mejor será que duerma un rato.
Contento con mi respuesta se levantó de la cama y
se marchó a la cocina. Después de medio minuto, regresó con un vaso de zumo en
la mano y se acostó a mi lado. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y él rodeó mi
cuerpo con su brazo.
- Creo que eso
ha sido un beso en condiciones – dije.
Nathan se rio por lo bajo.
- Calla o me
arrepentiré de haber parado – confesó y yo reí con fuerza.
Era un idiota que estaba haciendo todo lo posible
por no volver a besarme y terminar con lo empezado.
- Por cierto –
levanté la cabeza para mirarle a los ojos y él alzó una ceja –, no vuelvas a
llamarme Lili.
La sonrisa que apareció en su rostro se quedó en
mi mente hasta que me dormí.
Oooooooh!!!
ResponderEliminarA sido dura la espera pero ha valido la pena. Que emocionante jijijiji. Y ese beso uuuufff ¡¡yo quiero otro!! Jijiji.
Esperando con ganas el próximo capítulo.
Muchos besitos mi vida linda ;-)