jueves, 1 de enero de 2015

Relato Navideño

Hola, hola hermosa gente que lee mi blog jejejje Sé que he estado un poco desaparecida últimamente (exactamente dos meses y un poco más sin contar la felicitación de fin de año, pero bueeeeeeno T-T) y he de decir que lo siento mucho mucho mucho mucho mucho mucho mucho y mucho (por si no quedó claro las demás veces). La verdad es que he estado con exámenes y no he tenido tiempo para nada, ni para el blog ni para seguir escribiendo estas historias que tengo a medias por publicar, sin contar con la falta de inspiración que me invade en estos momentos (lo siento mucho en serio snif snif).

Y en este tiempo que he estado ausente, mirad por donde que ya es diciembre (incluso enero), lo que significa que ¡YA LLEGÓ LA NAVIDAD!


¿No os hace ilusión? Época de regalos, reuniones familiares, fiestas, cenas de empresa, vestidos despanpanantes y tacones de vértigo para ellas, traje elegante y zapatos brillantes ellos...y lo que más me gusta a mí, las comilonas. ¿Y es que a quien no le gusta comerse esa comida casera tan deliciosa y humeante junto a la familia? Y de postre turrones, polvorones, bizcocho y todas esas exquisiteces. Se me hace la boca agua de solo pensarlo...


La navidad, de un modo u otro, tiene magia. En esta época la mayor parte de lo que se ve son risas, los niños, los adultos y los ancianos muestran su felicidad. Incluso muchos se vuelven más caritativos. Por tanto, he decidido dejar un pequeño relato escrito por mí que espero que les guste, también para que compense todo este tiempo sin publicar nada.


DESEO DE NAVIDAD

CAPÍTULO 1

- Estás muy guapa cariño - dijo mi madre acercándoseme por detrás.

Posó sus manos en mis hombros y vi su rostro reflejado en el espejo que teníamos delante. Este estaba surcado por algunos arruguillas, pero eran apenas visibles gracias a que sus numerosas pecas canelas se llevaban todo el protagonismo. Su belleza era palpable no solo por ellas, sino también por su lacio pelo rojizo brillante a la altura de sus hombros, tan fino como un folio.

- La abuela tiene buen gusto - comenté.

- Siempre acierto con tus regalos de cumpleaños, ¿recuerdas?

- Qué humilde mamá - dijo mi madre en tono irónico.

Sí, exactamente ese día, veintitrés de diciembre, era mi cumpleaños.

Así, a primera vista, podía parecer un suceso emocionante y alegre. Un evento que pasaría rodeada de mi familia, comiendo aperitivos y tarta, y en el cual recibiría algunos regalos. Tal y como habían sido celebrados siempre los cumpleaños de todos los integrantes de la familia Moore, tal y como se suponía que seguiría siendo. En cambio, en esta ocasión habría un ligero cambio, y es que la cumpleañera no estaría presente durante parte de la celebración.

En lugar de eso, estaría en una reunión de antiguos alumnos.

¿Divertido? Hay opiniones varias para esta pregunta, entre ellas la mía, que oscilaba entre el "quizás" y "no". ¿Por qué? Pues porque yo no había sido la más popular del instituto precisamente, aunque tampoco es que fuese una marginada. Tan solo había estado allí, una presencia más en la clase que ocupaba uno de los pupitres, sin hacer nada para destacar ni para ocultarme. Mis compañeros me miraban, me sonreían e incluso a veces me hablaban, jamás me trataron mal.

Seguramente el hecho de que estuviese casi tres cursos adelantada había tenido que ver en aquella situación.

Tener más capacidad y conocimientos de los que se deberían tener a cierta edad no era siempre ventaja, lo garantizo. A los quince años había sido trasladada a una clase donde la mayoría tenía dieciocho, algunos hasta más. Prácticamente me había quedado sola, ya que a los de mi edad era difícil verles y con los de mi curso no encajaba. ¿Se entiende ahora por qué no iba a ser divertido? Volvería a reunirme con personas tres, cuatro o cinco años más grandes que yo, con las que no había tenido contacto desde la secundaria y que apenas me recordarían.

Iba a ser un cumpleaños muy divertido, claro que sí.

Para la ocasión había decidido ponerme, como ya había comentado, el vestido y los tacones que mi abuelas me había regalado. El vestido era sencillo, de tiras finas, con la falda y la parte superior era roja, con algunas flores de encaje dispersadas. Los tacones, por su parte, también eran bastante simples, de charol negro y con una cintita del mismo color alrededor del tobillo. Le había concedido a mi madre el placer de maquillarme, y ahora mis labios lucían un tono rojo intenso y en mis párpados casi no se percibía la presencia de una sombra de ojos oscura. Por último, había acomodado mi oscuro pelo rojo para dejarlo suelto con sus ondas naturales.

- No te veo entusiasmada, cariño - observó mi abuela -. ¿No te hace ilusión reencontrarte con tus antiguos compañeros?

- Abuela, ya sabes que yo nunca tuve mucha relación con ellos - le recordé, mirándola -. No creo que algo haya cambiado hasta ahora.

- ¿Qué no ha cambiado nada? - preguntó casi escandalizada -. Te has convertido en una gran mujer, independiente, segura y redactora de una columna muy importante en una de las revistas más famosas del país. ¿No es eso cambiar?

- Mi vida ha cambiado - estuve de acuerdo con ella -, pero no mi relación con ellos.

- Tonterías - chistó.

Quise replicar, pero no serviría de nada. Mi abuela era demasiado testaruda y no conseguiría que cambiara de idea. Así que me eché un último  vistazo en el espejo y salí de mi habitación. En la planta baja se hallaba el resto de mi familia, cada uno entretenido con algo diferente. Algunos de los más pequeños jugaban a las escondidas, otros se divertían con el golden retriever de mi abuela, Terence, y los demás miraban muy atentos la partida de cartas de mis tías. Mi padre, mi abuelo, mis tíos y mis primos contemplaban un partido de fútbol que se estaba transmitiendo en la televisión, y, por último, mis tres primas hacían galletas en la cocina con mi madre y mi abuela, que acababan de bajar conmigo.

- Anne, estás preciosa - comentó mi prima mayor, Carol, cuando me vio.

- Gracias - dije y le sonreí.

Miré el reloj que se encontraba colgado en la pared y me di cuenta de que se me hacía un poco tarde.

- Tengo que irme ya - anuncié, y abracé a cada una de las presentes en la cocina. A Carol me costó un poco más abrazarla porque su enorme barrigón de embarazada ocupaba mucho espacio entre nosotras, pero lo hice lo mejor que pude.

Tomé mi abrigo rojo del perchero del descansillo y me asomé al salón mientras me lo ponía.

-Adiós familia – grité, para que todos me escuchasen -. Os quiero a todos.

- Adiós – corearon todos.

- Cariño – dijo mi madre acercándose a mí –. ¿A qué hora regresarás?

- Alrededor de las doce, no mucho más tarde – contesté –. Quizás antes.

- De acuerdo, pásatelo bien – me abrió la puerta mientras lo decía.

- Adiós mamá, te quiero.

- Y yo a ti Anne.

Salí entonces de la casa de mi abuela y caminé bajo los copos de nieve que caían hasta el coche. Me subí en él y, tras echar una última mirada a la casa, conduje hasta el que hacía once años había sido mi instituto.


5 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimooooooooo! Quiero más!

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    1. Me alegro mucho Nata!!!!! jejejejejjeej Ya pronto subiré el siguiente capítulo (es una historia cortita así que la termino rápido).
      Besooooos y abrazooooooos

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  2. Me quedé con ganas de más. Por favor, te lo pido de rodillas jijiji (imaginatelo jiji que sabes que no puedo jajaja) quiero maaaaaaaas capítulos.
    Muchos besitos

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  3. ME ENCANTAAAAA NANI jejjejejejejej
    Quiero más, sé que lo tienes terminado subelo -.- sin presión ni nada
    te quieroooooo ♥♥♥

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    1. ME ALEGRO NAAAANIIIII jeejejjeje
      Claro claro, sin presión ninguna xD
      yo te quiero maaaas

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