jueves, 31 de octubre de 2013

.Pura.

¡Hola a tod@s de nuevo!
Siento mucho, mucho pero que mucho mucho haber tenido abandonado el blog estos días jijiji, pero es que entre los deberes, los exámenes y las actividades extraescolares, pues diría yo que he estado un pelín ocupada(lo he suavizado demasiado jejejejejje). Pero bueno, como dice el dicho, más vale tarde que nunca,y estoy segura que me perdonaréis en seguida en cuanto leáis esta entrada, y es que vengo con el 4º capítulo de mi libro jajajajaj. Estoy segura de más de una quieren seguir sabiendo sobre como continúa la historia de Lilianne, y sobre todo sé que mi hermana está deseando conocer más a Nathan, así que no me demoro más y aquí os lo dejo.
Espero que os guste.
Muchos besos y abrazotes

CAPÍTULO 4

- Maldición- me quejé, el labio escociéndome.

Una vez había entrado en el baño, lo había registrado en busca del botiquín, situado en un roperillo al lado de la ducha, y me había puesto delante del espejo para descubrir mi demacrado y espantoso aspecto.

Tenía, como ya Donovan me había dicho, una brecha en lado izquierdo de la frente, cubierta de sangre seca que continuaba bajando por mi rostro hasta llegar a mi mandíbula. En mi mejilla derecha tenía los rasguños que la vampira me había hecho cuando me había dado el bofetón. Eran prácticamente superficiales, pero lo que no tenían de profundos, lo tenían de largos, recorriendo casi toda mi mejilla, con sangre, también seca, en ella.

Mi labio tenía dos cortes algo profundos, resultado del puñetazo que la vampira me había propinado, ya que me los había cortado con mis propios dientes al impactar. Eran tan profundos que, al contrario que las otras dos heridas, de esta todavía seguía saliendo sangre, lo que la hacía más dolorosa a la hora de curarla. Escocía tanto que daba hasta miedo, y me resultaba difícil centrarme en curarla debido al dolor.

Pero en cuanto a mi aspecto, aquello no era lo peor.

La desgracia era mi pelo. Podría decir que me parecía a Cruella de Vil después de haber metido los dedos en el enchufe, pero incluso eso era quedarse corto. Cada mechón de mi pelo iba en todas las direcciones, menos en la correcta, sin hablar de los que se me estaban cayendo debido a los fuertes tirones. Por esa razón, lo primero que hice antes de comenzar a curarme las heridas, fue peinarme el pelo y devolverlo a su estado original.

Lo que era tarea difícil si lo único que tenía para peinarme era uno de esos cepillos de hombre.

La situación me desesperaba. ¿Por qué los hombre solteros no tenían un peine de emergencia por si una mujer se metía en su cuarto de baño y empezaba a peinarse? Y más hablando de un hombre como Nathan. ¡Era un vampiro maldita sea! Seguramente, y estaba hablando de un cien por cien de las probabilidades, en su cama aterrizaban al menos dos o tres mujeres por día, una razón perfecta para tener un peine de mujer en el baño. Fuesen rubias o morenas, altas o bajas, gordas o flacas, todas usarían un peine para arreglarse el pelo después del revolcón.

Y pido por favor que pillen confesados a todas aquellas personas que digan que una mujer no necesita un peine.

"A no ser que Nathan les dijera a las chicas que se trajeran su propio kit de aseo, incluido el peine", pensé. De lo poco que le conocía, no podía decir si era alguien capaz de hacer algo así, pero al fin y al cabo, era un vampiro, y todo el mundo que conocía sobre los vampiros, inclusive los mismos vampiros, sabían que eran capaces de muchas cosas incluso peores que esas.

Los vampiros no eran precisamente santitos.

Pero bueno, después de todo, a duras penas y usando uno de esos cepillos de Nathan, mi pelo había regresado a ser el que era. Fíjate tú si me había costado peinármelo, que hasta Donovan se había marchado hacía ya un rato cuando finalmente terminé. El hombre había querido quedarse y esperar por mí, pero visto lo visto con el dilema de mi pelo, le había dicho que estaría bien aunque se marchase. Y ahí estaba yo, sola, sangrando en la casa de un vampiro que, por cómo había mirado la herida de mi frente anteriormente en el callejón, tenía hambre.

La verdad, a veces maldigo la suerte que tengo.

- ¿Estás bien?- preguntó Nathan a lo lejos después de que yo soltara mi novena maldición consecutiva.

- De miedo- contesté, sin intentar ocultar ni un ápice de mi frustración.

- ¿Necesitas ayuda?- continuó, un toque de diversión en su voz.

- No gracias- dije.

No hizo más preguntas, por lo que retomé nuevamente la tarea de curar mi labio. Comencé a pasar la toalla con agua alrededor de uno de los cortes, sin tocarlo en ningún momento, para ir quitando la sangre que ya casi había parado de salir de la herida.

- Oye gatita- dijo Nathan, acercándose a la puerta abierta del baño-, ¿puedo saber cuánto vas a tardar? Necesito tomar una ducha.

Le miré y me arrepentí enseguida.

Se había quitado parte de la ropa, apareciendo delante de mí con tan solo unos jeans puestos. Eso le dejaba desnudo de cintura para arriba, mostrándome su marcado y fabuloso torso. Parecía uno de esos modelos de calzoncillos que aparecen en las revistas, salvo que él llevaba unos jeans ajustados en vez de unos calzoncillos de marca. ¿O quizás si llevaba unos calzoncillos de marca debajo de los jeans? Sinceramente, no me importaría averiguarlo. Tan solo deseaba tocar esa tableta que lucía sobre y alrededor de su ombligo, tan sabrosa que se me hacía la boca agua. Y sus brazos, ¡oh mi dios con sus brazos! Si tan solo uno de esos brazos me rodeara, lo juro, yo ya podría morir feliz. Una concienzuda sonrisa en su rostro me dio a entender que me había dejado verlo así a posta, para ver mi reacción.

Realmente este tipo era el diablo.

Con esta distracción de verle medio desnudo, perdí el control sobre el movimiento de la mano con la que limpiaba la herida de mi labio, y en uno de los toques, acerté a pasar la toalla directamente en el corte, provocando más dolor nuevamente, pero esta vez, más que en las otras. Tanto que, en acto reflejo, cerré la boca de golpe, mordiéndome el corte del labio, que empezó a sangrar de nuevo.

- ¡Ah!- gemí, llevándome las manos al labio.

En menos de lo que dura un pestañeo, Nathan se colocó a mi lado, tomándome por la barbilla, elevando mi rostro para verme bien, y haciéndome mirarle. Sus ojos pasaron rápidamente de los míos a la herida de mi labio, que había vuelto a soltar sangre.

- Déjame a mí- dijo. Tomó la toalla de mi mano y empezó a quitarle la sangre que tenía en el lavamanos que estaba a nuestro lado.

- Ya puedo yo- protesté e intenté quitarle la toalla una vez la hubo escurrido, pero apartó su mano hacia atrás, haciendo que, al seguir la trayectoria de su brazo, nuestros cuerpos se quedaran pegados.

Él sonrió ante aquello.

- A este paso terminarás peor de lo que empezaste- dijo, avanzando más si cabía hacia mí y, por puro instinto, retrocedí mientras seguía acercándose, yo tratando de abrir un espacio entre nosotros.

Espacio que no obtenía porque él seguía acercándose.

Continuamos así hasta que la pared se interpuso en mí camino y no pude avanzar más. Él caminó hasta que lo único entre él y yo, era mi fina camiseta de encaje. Si antes había deseado tocar su torso, ahora es que me estaba muriendo por hacerlo, y apreté los puños detrás de mí para poder resistirme, aunque lo peor era el silencio. Lo único que hacíamos era mirarnos el uno al otro sin decir nada, y he de resaltar que le estaba mirando a los ojos para no mirar su musculoso pecho.

Pero mirar sus ojos no ayudaba.

El color aguamarina de ellos me tenía hipnotizada, absorta, como en otro mundo, otra órbita. Era como estar zambullida en un precioso mar cristalino, flotando a la deriva, dejando que la corriente me llevase. Relajante y excitante al mismo tiempo. Todas las sensaciones buenas del mundo recorrieron mi cuerpo mientras observaba sus ojos, haciéndome sentir como hechizada y, sinceramente, me encantaba.

- No necesitas estar tan cerca para ayudarme- dije, mi voz algo ronca por la sangre acumulada en mi garganta.

Él sonrió, me tomó de la barbilla y la elevó un poco más de lo que ya lo estaba. Otro momento de silencio, esta vez más pesado, porque intentaba por todos los medios no mirarle a los ojos y tampoco mirar su pecho.

- ¿Por qué no me miras a los ojos?- preguntó.

- ¿Me vas a curar o no?- protesté yo, evitando su pregunta, y apartando su mano de mi barbilla.

Él volvió a levantarla, pero esta vez sí lo hizo para empezar a curarme el labio. Dio toques suaves y cuidadosos, como un auténtico experto.

- ¿Has hecho esto antes?- pregunté.

- Estate quieta.- dijo.

- Pero pareces saber lo que estás haciendo- continué-. ¿Lo has hecho antes sí o no?

- No te muevas o te lastimarás- dijo, su tono más enfadado.

Me callé y bajé la vista.

No sabía por qué, pero me sentía mal porque se hubiese enfadado conmigo. Yo tan solo quería saber más de él, eso era todo, pero al aparecer, él no quería que supiera nada.

- No hace falta que me lo digas si no quieres- susurré.

Sentí que sonreía.

- Sí -dijo-, lo he hecho antes, pero solo una vez.

Le miré.

- ¿Puedo saber a quién?- pregunté-. ¿No habrá sido a una novia?

Esta vez se rio, pero luego me miró seriamente acercando su rostro al mío.

- ¿Te pondrías celosa si dijera que sí?

- ¿Qué? No. Solo quería saber si esta vez era diferente a la última- dije, notando como mis mejillas ardían-. Da igual, déjalo. No importa. Solo cúrame y me marcharé.

Sin embargo, él no se movió, tan solo se me quedó mirando con una sonrisilla.

- No, no era mi novia- dijo por fin-. Y sí, fue diferente de ahora, porque en aquel entonces yo era humano, y no deseaba la sangre.

Eso último me cogió por sorpresa, pero el sentimiento lo suprimí cuando vi cómo miraba hambrientamente mi labio, o más bien, la sangre que había en él.

- Nathan- susurré-, ¿cuánto haces que no te alimentas?

- Creo que demasiado gatita- dijo, totalmente embelesado mirando como mis labios se movían al hablar.

- Entonces necesitas comer- dije yo, apartándome de la pared para salir del baño-. Tienes sangre guardada, ¿no?

Antes de que pudiera salir del baño, él cerró la puerta, me agarró de la cintura y me apoyó contra ella.

- No- dijo-, no tengo.

Pasó sus manos por mi espalda desnuda y me pegó más a él, su frente apoyada en la mía, sus ojos cerrados.

- En serio, ¿qué clase de vampiro no tiene sangre de emergencia en su casa?- pregunté, intentando no pensar en lo que sabía que iba a pasar.

Se rio, y su cálido aliento me golpeó en la cara.

- Uno que acostumbra a beber directamente de humanos- susurró.

Se formó el silencio sobre nosotros, él seguramente para intentar contener el hambre y yo porque no sabía qué decir. Nathan estaba pidiéndome, de un modo u otro, poder beber mi sangre, y yo no sabía qué responderle. No quería, por supuesto, nadie quiere que un vampiro beba de su sangre, y mucho menos si es directamente de ti, pero los vampiros hambrientos podían llegar a ser violentos, y sabía que si me negaba quizás saldría mal parada. Aparte de que Nathan seguramente sería muy fuerte, yo recién acababa de pelearme con una vampira, por lo que no tendría muchas fuerzas para seguir luchando.
Nathan se aclaró la garganta, impaciente por mi respuesta.

- Está bien- dije, apartando el pelo de mi cuello-, pero solo un poco.

- Solo un poco- repitió, su tono desesperado.

Y en una milésima de segundo, sus labios estaban en los míos, más exactamente, en mi herida. Aquello no era ni mucho menos, lo que yo me había esperado. Normalmente un vampiro muerde en el cuello porque es la zona más accesible y cómoda, tanto para el vampiro como para la otra persona. ¿Pero el labio? Era la primera vez que había visto aquello, y para colmo era de mí de quién estaba bebiendo.

Sentía los labios de Nathan aferrados al mío, succionando cada gota de sangre que podía de él. En ese momento, apartó una mano de mi espalda y la puso en mi rostro, presionando más la herida contra su boca. Gemí ante el pinchazo de dolor que la repentina presión me provocó y él comenzó a beber más rápidamente. Estuvimos de ese modo por al menos un par de minutos, hasta que sentí que si seguía bebiendo, no podría regresar a casa por mi cuenta aquella noche.

- Nathan ya basta- susurré, mis labios moviéndose contra los de él-. Nathan para.

Y eso solo sirvió para que comenzara a besarme.

Fue un beso salvaje y hambriento al principio, pero cuando se dio cuenta de que su sed se había calmado un poco, el beso se convirtió en algo más pasional, en cierto modo tratando de disuadirme para que me uniera a él. No le resultó muy difícil unir su beso al mío, ya que al haber estado hablándole, me había cogido con la boca medio abierta cuando comenzó a besarme, lo que le resultó una ventaja. Pero a pesar de todo, intenté oponerme. Que bebiese de mí no era algo que tenía en mis planes  para aquella noche, y mucho menos besarle, así que deslicé mis manos hasta sus hombros e intenté alejarle, pero él solo me atrajo más si cabía.

Y esta vez no pude resistirme.

Dejé a mis labios moverse junto a los suyos, haciéndonos encajar a ambos, forjando una unión perfecta. Se sentía tan bien, como si hubiera dejado el mundo real y hubiese ascendido al paraíso. Besar a Nathan era como morder una fruta exótica, sabrosa y deliciosa. Dulce y fresca, con un casi imperceptible toque amargo que atraía aún más. Tan carnosa, excitante y suave. Era, en definitiva, una explosión de sabor y sensaciones que se expandía desde mi boca hacia el resto de mi cuerpo. Si a eso añadías sus sensuales dedos acariciando mi espalda y rostro, mandando impulsos eléctricos a cada milímetro de mi cuerpo, entonces ya te entraban ganas de quedarte así para siempre.

Y es que besaba tan bien.

Justo en ese momento, nuestras lenguas se tocaron y él gimió. ¿Era eso posible? Un vampiro que estaba buenísimo y podía tener a todas las chicas que quisiera cuando quisiera, y sin embargo estaba allí, gimiendo por mí. Y fue entonces, en el instante en que mi lengua rozó uno de su afilados colmillos, cuando me di cuenta de que en realidad no gemía por mí, sino por mi sangre.

Me sentí tan estúpida.

Toda excitación y deseo por mi parte desaparecieron, sustituidos por la rabia y el enfado conmigo misma de haber sido tan ingenua, por creer que me deseaba. Terminando lo que había intentado antes, usé mis manos para empujarle lejos, o para al menos separar sus labios de los míos, y lo conseguí. Gracias a que había bajado la guardia, pude separar hasta nuestros cuerpos, dejando un gran espacio vacío entre nosotros y le miré.

Su respiración era agitada, al igual que la mía, y haciendo que su pecho desnudo bajara y subiera notablemente. Sus ojos estaban fijos en mí, en mis labios, hambre, deseo y excitación en ellos. Viendo aquello, quise llorar de rabia, porque la expresión de su rostro confirmaba mi sospecha de que lo único que deseaba era mi sangre, pero en lugar de eso, le miré con todo el desprecio que pude y bufé, mostrándole mi enfado. Y solo cuando hice eso dejó de mirarme como la portadora de la sangre que él deseaba y comenzó a verme como Lilianne, la chica enfadada y rabiosa que estaba delante de él, y eso me molestó.

Sobre todo porque en su rostro no había señal alguna de arrepentimiento.

- Será mejor que me vaya- dije, toda mi rabia concentrada en cada una de esas palabras.

Una vez dicho, aferré mi mano fuertemente al pomo de la puerta, la abrí y salí del baño sin volver a cerrarla. Tenía tantas ganas de golpear cosas, descargar mi rabia, y lo que más deseaba golpear era la cara de Nathan. Deseaba hacer eso casi tanto como había deseado besarle unos segundos atrás y eso me reconfortó un poco, porque me hacía saber que al fin y al cabo, el beso no había significado nada más allá de lo que había sido.

Tan solo un simple beso sin importancia.

Caminé hacia la puerta de su cuarto con decisión, sin detenerme a mirar atrás y una vez estuve fuera, cerré dando un fuerte portazo, que cortó hasta el aire. Había usado toda mi fuerza para cerrar aquella puerta, tanta que hasta las bisagras chirriaron un poco, y es que seguramente esa puerta sería lo único que podría golpear aquella noche.

Tenía que aprovecharlo.

3 comentarios:

  1. Muy muy interesante.
    Señor, que emocionante este cuarto capítulo, si señor. Lo único que me pregunto si mi querida hermana ha besado alguna vez y no me ha dicho na jijiji. Porque chiquilla... que emocionante y bien descrito. Me quedo con ganas de mas jijiji.
    Y perdona EJ, pero ahora si que me quedo con Nathan. Necesitaba conocerlo a los dos mejor, pero en este capítulo ya me decidí jajajaja.
    Muchos besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nied, Nied!!!!!

      Es mio!!! Nathan es mío!!!! Yo fui la primera que vio en esa sonrisa su gran potencial!!!!! Tengo el derecho a meterle mano la primera!!!! jajajajajja

      Esperemos que el primer chico, no te defraude Thais con el beso. Si lo has descrito así, yo se lo daría a leer, para que sepa que hacer... jajajajjajajjaa

      Eliminar
  2. Muchas gracias! jajaja Me alegro que te haya gustado y no, no he besado a nadie todavía, salvo en mi imaginación al crear mis libros jajaja Pero en la realidad aún no ha sido jajjajaja
    Ahora no se vayan a pelear por Nathan jajajajaja
    Gracias hermanita por tu opinión
    Besos besos besos
    jijiji

    ResponderEliminar