sábado, 26 de abril de 2014

Herida(Wounded)

CAPÍTULO 11


El calor y la excitación recorrían cada milímetro de mí.

Las manos de Kile se deslizaban por mi cuerpo como si de una escurridiza serpiente se tratara y sus besos me hacían estremecer. Lentamente sus manos se aferraron a la cinturilla de mi mini-falda y comenzó a deslizarla por mis piernas hasta que se libró de ella. Sus labios abandonaron los míos y comenzó a bajar sus besos por mi mandíbula, hasta llegar a mi cuello. Esta vez sus manos se deslizaron por mi espalda, empezando a buscar el cierre de mi sujetador con los dedos, pero yo le detuve antes de que lo lograra.

Se me quedó mirando.

- No me gusta estar en desventaja- le susurré, deslizando mis manos hasta los botones de su pantalón. Ambos teníamos las camisas quitadas y yo acaba de ser despojada de mi mini-falda, era el turno de su pantalón-. Te toca a ti.

Con una amplia sonrisa me volvió a besar, y me ayudó a quitarle los pantalones. Los besos se volvieron más intensos, más salvajes, más ansiosos y rodamos sobre nosotros mismos varias veces en la cama. La temperatura subía según nuestros cuerpos se tocaban y comenzamos a hiperventilar. A pesar de que me hacía enojar, tenía que reconocer que aquel chico sabía cómo conquistar a una chica, lo que me hizo pensar en con cuántas más habría hecho lo mismo que conmigo. Esos pensamientos fueron suplantados al sentir como una de las manos de Kile acariciaba apetitosamente la piel allí donde mis braguitas le dejaban, y supe que estaba deseando librarse de ellas. Nos encontrábamos piel con piel, no había nada que nos separa excepto un par de prendas que resultarían fáciles de quitar y…

Alguien tocó la puerta.

Los dos miramos la puerta de mi habitación, sorprendidos, y luego nos miramos mutuamente.

- ¿Has quedado con alguien?- preguntó él.

Yo negué con la cabeza y rodé por debajo de su cuerpo para poder levantarme.

- No abras- susurró sujetándome de la muñeca.

- Puede ser importante- me encogí de hombros.

Kile suspiró con resignación y me dejó marchar mientras comenzaba a vestirse. Me acerqué a la puerta y la abrí un poco, dejando ver tan solo mi cabeza, ya que me encontraba en ropa interior. Me sorprendí de ver a Lance al otro lado, con aspecto un poco avergonzado, y me di cuenta de que él sabía lo que habíamos estado haciendo en la habitación.

Escuché más movimiento detrás y en unos segundos Kile apareció a mi lado. Miró a Lance algo enojado y antes de salir me dedicó una sonrisilla y me dio un leve beso en los labios. Una vez le perdimos de vista miré a Lance, todavía escondiendo mi cuerpo detrás de la puerta.

- ¿Qué haces aquí?- pregunté, algo incómoda por la posición.

- Bernard quiere hablar contigo- explicó.

- Como no- dije, rodando mis ojos con enojo-. Deja que me cambie, espera aquí.

El asintió y yo cerré la puerta.

Un poco desilusionada me di la vuelta e inspeccioné el cuarto, mientras pensaba en qué ponerme. Mi uniforme estaba esparramado por el suelo y no me apetecía mucho ponérmelo, así que lo recogí, lo puse sobre la cama y abrí el armario.

Me decidí por unos pantalones harem negros a la altura de mis rodillas, una camisa de tiras blanca y unas deportivas negras. También cogí una sudadera holgada de color negro, y me la puse antes de salir.

Abrí la puerta y seguí a Lance.

El día parecía haberse puesto malo de repente, ya que los pasillos estaban algo oscuros, y si mirabas fuera, podías ver el cielo encapotado de amenazadoras nubes grises. Los pasillos estaban casi vacíos, salvo por algún alumno que paseaba y, para mi desagrado, todos se me quedaban mirando como si fuera un bicho raro, así que me puse la capucha de la sudadera que, como era holgada, me tapó parte de la cara. Rato después, Lance se desvió del camino de los pasillos y avanzó fuera, al frío y nublado exterior. Algo extrañada, continué detrás de él y pronto estuvimos en las puertas principales de la academia. Caminamos rodeando el gran edificio que era la institución y maldije porque no hubiesen puesto una puerta trasera y así no tener que rodearla.

Bajo aquellas nubes grises, el ambiente se sentía cargado y húmedo, lo que daba a entender que esas nubes se quedarían un poco más antes de descargar todo el agua que traían encima.

Mi predicción del tiempo quedó suplantada por la curiosidad en cuanto vi que Lance se dirigía hacia el bosque, y no pude evitar hacer una mueca.

- ¿Dónde demonios se ha metido este viejo?- maldije en un susurro.

Lance se rio.

Me sorprendió que en el límite donde comenzaba el bosque, encontrásemos un caminito de baldosas de piedra, pero me sorprendió mucho más cuando avanzamos por él. ¿Por qué querría hablar aquel tipo conmigo en medio de aquel sitio? Allí, en el bosque, el ambiente era más cargado que antes, y el frío erizó la piel desnuda de mis piernas a la vez que trataba de traspasar mi ropa. Metí mis manos en los bolsillos de la sudadera para que no se enfriaran, pero ya poco podía hacer con mi congelada nariz.

Pocos minutos pasaron desde nuestra entrada en el bosque y ya Lance empezaba a disminuir la velocidad de su paso. Sinceramente, esperaba encontrarme a Bernard con el resto del clan, en una especie de rito de iniciación para obligarme a unirme a ellos, pero lo que encontré no se asemejaba en nada a eso.

- ¿Un invernadero?- pregunté, estupefacta.

Lance no contestó.

El invernadero era enorme, y eso que solo estaba viendo la parte frontal, y tenía como dos pisos de altura. ¿Era eso legal? Las paredes estaban divididas en cuadrículas y el color blanco que una vez habían tenido tenía ahora una capa de tierra y musgo mezclado, sobre todo en las esquinas de cada cuadrado. En mitad de dicha pared había una puerta, que se diferenciaba solo por el hecho de tenía una forma más rectangular  que los cuadrados que la rodeaban. Lance se paró enfrente de ella, la abrió y me dejó pasar con un gesto de mano.

Si por fuera era enorme, por dentro era inmenso.

Era como si acabase de entrar en una jungla sin animales, en un mundo totalmente diferente al del exterior y ciertamente, me gustaba más ese lugar que el mundo exterior. Para ser más precisa, aquel lugar era como una de esas fantasías que sueñas despierta en tu habitación, deseando que al asomarte por la ventana se haya vuelto realidad.

Y las flores que se encontraban dentro eran de ensueño.

Jamás había visto tantas flores juntas y tenía que decir que aquella panorámica no disgustaba mi vista. Había flores de todo tipo, de todas las clases y de todos los colores que te pudieras imaginar. Tenía la sensación de haber entrado en un sueño maravilloso, rodeada de vida y frescura.  Gracias a una investigación que había tenido que hacer para un trabajo de clase, pude identificar la mayoría de las flores que había allí. Había camelias; adelfas, que lucían tan sedosas al tacto que daban ganas de abrazarlas; adonis, unos rojos, otros negros; belladonas; algunos alhelíes encarnados; bocas de dragón; campanillas; amapolas de todos los colores; azaleas, blancas y rojas; azucenas; begonias; bastantes cactus florecidos; caléndulas; claveles; rosas rojas, amarillas, negras, blancas, rosas; crisantemos; geranios; margaritas…

Según iba avanzando, más flores se iban apareciendo a mi paso y me sentí abrumada por la cantidad de belleza que se podía juntar en un solo espacio. Seguí caminando y observando, hasta llegar a una pequeña plazoleta redonda, con una blanca mesita de café en el centro y un par de sillas, también blancas, a ambos lados de ella. Avancé por el borde de la plazoleta, admirando todavía las flores, y me encontré con un pequeño estanque repleto de nenúfares. Justo al lado del estanque, se encontraba un gran número de flores cuyo nombre desconocía. Median casi un metro, más o menos, y cada tallo estaba rodeado por cientos de unas azuladas flores.

Eran hermosas.

Y, no entendía por qué, pero no saber el nombre de esa especie de flor, la hacía aún más atrayente. Un pequeño escalofrío recorrió mi columna, e inconscientemente acerqué mi mano a ellas, con el repentino deseo de tocarlas.

- Yo que tú, no haría eso.

Me giré, sorprendida, y vi a Bernard sentado en frente de la mesita de café, leyendo un periódico con un juego de té delante de él.

Juraría que no le había visto ahí antes.

- ¿Por qué no?- le pregunté.

Él continuó con la vista fija en el periódico, pero después de un instante, lo cerró y, dejándolo encima de la mesita, se acercó a mí.

- Son hermosas, ¿a que sí?- preguntó, sin esperar realmente una respuesta.

Yo igualmente asentí.

- Pero no te confíes- dijo, mirando las flores-. Muchas veces, las apariencias engañan, hasta con las flores- me miró-. Son acónitos, y son venenosas, tóxicas. Puede afectar a las vías respiratorias, a los centros nerviosos y también causan problemas de tipo cardíaco. Afortunadamente les han puesto una sustancia que neutraliza su toxicidad, si no, ya estaríamos envenenados.

- Y si es tan peligrosa, ¿por qué la tienen aquí?- pregunté.

No respondió, y yo tampoco insistí en recibir una respuesta.

- ¿Y de qué querías hablar?- le pregunté.

Él me miró durante un instante, y luego regresó a su antiguo puesto en la mesita de café, volviendo a abrir el periódico.

- De nada- contestó.

- ¿Qué?- eso fue lo único que fui capaz de decir-. ¿Entonces para qué me has llamado? ¿Para hacerme perder el tiempo?

- Estabas con ese chico, Kile, ¿verdad?- dijo sin apartar la vista del periódico e ignorando mis preguntas.

Me quedé en silencio.

Bernard no era nadie a quién tuviese que decirle qué andaba haciendo todo el día, y mucho menos tenía que saber sobre mis asuntos amorosos. Aunque seguramente, por ese tono afirmativo de su voz, él ya sabía qué hacía sin siquiera tener yo que decírselo. Apostaba lo que fuera a que sabía más cosas de mí de lo que yo misma conocía, y eso me molestaba profundamente.

Así que, entendiendo aquello, no vi motivo alguno para no decirle la verdad.

- Sí- dije.

-Entonces ha valido la pena el haberte llamado.

Ahora sí que estaba perdida.

Confundida, me acerqué y ocupé la silla libre que quedaba junto a la mesita de café.

- No te entiendo- dije mientras tanto-. ¿Acaso pretendes alejarme de él?

No hubo respuesta por su parte, pero la sonrisa que cruzó su rostro fue todo lo que necesité.

- ¿Y puede saberse por qué no quieres que estemos juntos?- pregunté-. No creas que por venir aquí y poner a todo tu séquito a protegerme quiere decir que te deba algo. Fui clara la última vez, y mantengo mi respuesta. No me uniré a ti ni a tu clan, así que no pienses que tienes derecho a decirme que puedo o no puedo hacer- él me miró-, con quién puedo o no puedo estar.

Se quedó en silencio, observándome detenidamente, esperando cualquier tipo de emoción en mi rostro, pero me mantuve neutral y, después de unos minutos, sonrió.

- Como ya dije anteriormente ante todos tus compañeros- comenzó-, he venido a protegerte, y Kile es una de las cosas de las que voy a hacerlo. Créeme- me miró serio-, al igual que los acónitos, Kile puede ser atrayente por fuera, pero esconde veneno bajo su piel. Dime, ¿piensas que en estas semanas le has conocido bien? Lo que has visto no es ni una cuarta parte de la realidad que él esconde, y mientras esté aquí, evitaré que te haga daño.

Todo se quedó en silencio, y es que ciertamente, yo no sabía qué contestar. ¿Tenía que decirle que estaba equivocado? ¿Qué Kile no era el chico que él me estaba describiendo? ¿Qué no le conocía como yo? En realidad la pregunta era, ¿le conozco yo acaso? Si Bernard tenía razón en algo, era en eso, porque yo apenas conocía a Kile, y no me refiero desde que le conocí, sino a él, a su verdadero yo, sus sentimientos. Tan solo sabía que era guapo, rico y que extrañamente me sentía atraída por él.

Pero no iba más allá de eso.

Nuestra relación, si es que había alguna relación, se sentía como el típico amor de verano, que es excitante y apasionado, pero que sabes se acabará en cuanto el otoño se asome por la ventana.

No había amor, ni mariposas en el estómago cada vez que le miraba. No sabíamos lo que pensaba el otro con solo mirarle a los ojos. No existía conexión aparte de la excitación de sentir sus labios contra los míos, de sentir el roce de su piel contra la mía. Lo que me unía a él, lo que nos unía, era simplemente físico, no había sentimientos de por medio. Un chico y una chica, ambos atractivos y misteriosos a su modo, de una manera u otra, ambos predestinados a compartir momentos de lujuria y pasión.

No más.

Una historia más en el montón.

Ni yo le conocía a él, ni él me conocía a mí. No sabíamos nada el uno del otro sino lo que habíamos visto las últimas semanas. Por lo que sabía, me estaba enrollando con un extraño.

- ¿Y qué pretendes decirme con eso?- pregunté-. ¿Qué no le hable más? ¿Qué me aparte?

Bernard cerró el periódico, dejando un dedo en medio para marcar la página, y me miró.

- Cómo tú misma has recalcado- dijo-, no te diré lo que tienes que hacer. Sigue viéndole, sigue besándole, enamórate, haz lo que quieras. Trataré de protegerte lo mejor que pueda, aunque no prometo que no vayas a sufrir ningún dolor si terminas sintiendo algo por él más allá de la atracción física. Yo solo te advierto, y te digo, no dejes caer tu guardia y mantén tu mente abierta para lo que pueda venir.

- Y si tanto presumes de que me vas a proteger, ¿cómo es que no prometes que no vaya a salir herida? ¿Es eso protegerme?- pregunté, tratando de que me desvelara lo que quisiera que él me estaba ocultando.

- Porque eres terca- respondió sin pensárselo-, y sé que diga lo que diga, siempre harás lo que te dé la gana. Por eso solo trato de amortiguar algo del dolor que sentirás, como si te estuviese anestesiando, pero no del todo.

Le miré, una mueca en mi cara.

- Tu lógica no tiene ningún sentido- dije y me levanté-. Si no tienes nada más que decirme, me marcho.

Bernard asintió hacia mí y, tras tomar un sorbo de la taza de té que tenía delante, continuó leyendo el periódico. Avancé en dirección a la puerta, pero lo hice lentamente, admirando de nuevo las flores.

- Que tenga sentido o no- dijo desde su asiento-, no es de importancia. Tú solo no te confíes y evita salir dañada.

- Lo que tú digas, viejo- le contesté.

Llegué a la puerta y salí de allí.

4 comentarios:

  1. Nani me encanta *-*, este si q era largo jajajajajja. Pues esperando mas nani y como siempre interrumpen a la parejita jajajajja te quiero mucho ♥♥♥

    ResponderEliminar
  2. jajajajaj me alegra que te guste nani jajaajaja
    La verdad es que me estoy dando cuenta de que en mis libros siempre interrumpen a las parejitas jajajaja ups.......
    te quiero naniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

    ResponderEliminar
  3. Mi bruji, me gustó mucho y el Bernard tiene razón. Se están enrrollando pero no se conocen. Me gusta como esta sigue la historia.
    Pero tengo una duda. Como es q en el capítulo anterior terminó en el despacho de los directores, y este capítulo empezó con Kile. ¿Que pasó en la reunión? ¿Y como acabaron juntos la parejita?

    Gracias mi vida, besos

    ResponderEliminar
  4. Hay cosas que no se cuentan Yola jajajajajaja

    ResponderEliminar